Un viento maúlla en la
ventana, quiere entrar, quiere jugar con mi cabello, pero no es momento para
eso, así que pongo trapos debajo de las puertas y en los filos de las ventanas;
para taparle la boca al viento, para amordazarlo por un rato, para que no me
chantajee con sus gritos plañideros. Él sabe de mi grave enfermedad: la
distracción. Ahora lo veo desafiante desde dentro. Le digo, balbuceante: “lo
siento, hoy no podemos jugar, hoy me das escalofrío”.