domingo, 1 de abril de 2012

De santos, libros y rosas

Un 23 de abril de hace algunos años, estuve por casualidad en el D.F., y fue entonces cuando me enteré que ese día se había constituido oficialmente como “El día internacional del libro y de los derechos de autor”. Me pareció buena idea, sobre todo si tomamos en cuenta que en México hay hasta un día dedicado al taco, con todos sus posibles rellenos y en toda su gama de presentaciones.

En el programa que dedicaba la UNAM a este festejo había un poco de todo: presentaciones de libros, conferencias, venta de libros, lecturas dramatizadas, un maratón de lectura al que cualquier ávido lector podía apuntarse y rosas, muchas rosas. Si comprabas un libro te obsequiaban una rosa, si te apuntabas a leer, rosa; había hasta un puesto que vendía rosas por aquello de que uno quisiera entregarse a la euforia de las rosas en el día del libro.

Al principio no le tomé tanta importancia; yo estaba decidida a integrarme al maratón de lectura del Quijote, pero en el D.F. a la gente le encanta hacer filas y durar horas en ellas. Cuando ya llevaba casi una hora formada, y aún lejos de cumplir con mis buenas intenciones de lectora comprometida, me dolió la cabeza y desistí. Como buena provinciana, me aparté del bullicio y me fui a sentar en una jardinera; desde ahí me percaté de nueva cuenta del asunto de las rosas: ¿cómo era que en el día del libro se vendieran, regalaran e intercambiaran tantas rosas? Digo, ya tenemos suficiente con el día de los enamorados y con el día de las madres como para que los floristas se aprovechen también del día del libro.

Lo primero que se me ocurría era que la “rosa” ha sido en todos los tiempos un tema recurrente en la poesía, que la literatura en general está plagada hasta la saciedad de rosas rojas, blancas y hasta negras (si echan un vistazo a la literatura dark). Más tarde me encontré a un amigo chilango y me dijo (ellos suelen saberlo todo) que la tradición venía de la región de Cataluña, en España, pues la celebración coincide con el día de San Jorge, que es el patrono de esta región y también de Aragón, y que desde mucho antes de que se les ocurriera hacer internacional lo de los libros, los catalanes ya se regalaban estas flores ese día. Según las palabras de mi culto amigo chilango, ambas tradiciones se fundieron en una sola, por lo que ahora se regalaban libros y rosas.

Debo admitir que era la primera vez que sabía algo de todo aquello, sin embargo, había un hueco en su información, y me quedé pensando en por qué San Jorge sería el santo de las rosas, pues algunas de las historias de santos que conozco están llenas de curiosidades de lo más absurdas. Recordé, por ejemplo, que San Lorenzo Mártir, que es el santo de los cocineros, se ganó tal puesto por ser quemado en una parrilla, cual arrachera bien cocida.

Luego regresé a Torreón y la experiencia parecía olvidada, hasta este año que se vuelven a acercar los festejos del Día internacional del libro y, pensando en cómo celebrarlo, alguien volvió a sacar el tema de la rosas. No podía estar bien hasta desentrañar el asunto de San Jorge y sus rosas, así como el extraño sincretismo que, según mi amigo, es de procedencia catalana, así que revisé en fuentes oficiales más o menos confiables, otras no tanto y esto fue lo que encontré.

Resulta que Jorge de Capadocia fue un militar que vivió a finales del siglo III, y más tarde fue canonizado por oponerse a las ideas del emperador de su época, quien había emitido el dictamen de perseguir y matar a los cristianos. Como a todos los santos, luego de su canonización se le fueron sumando milagros y leyendas, entre ellas la que lo llevó a ser venerado cada 23 de abril.

La leyenda, aparecida en el siglo IX, narra que moraba un dragón en una fuente que proveía de agua a toda una ciudad, pero el dragón no dejaba acercarse a ella, así que el pueblo, o mejor dicho, el rey decidió sortear diariamente a uno de los pobladores para ser devorado por el dragón, y de ese modo mantenerlo contento, hasta que un día… salió sorteada la princesa. Muchos hombres intentaron detener el destino de la dulce y encantadora princesa, entre ellos el mismo rey, pero todo fue en vano; la princesa no permitió que nadie fuera en su lugar, y cuando estaba a punto de ser devorada (aquí viene el elemento mágico de todo cuento medieval) apareció San Jorge, con su espada y encima de su caballo blanco, para matar al dragón y salvar a la princesa. El pueblo entero, en agradecimiento, volvió al cristianismo.

Pero el cuento no termina ahí. La sangre que provocó la profunda herida del dragón se convirtió, para sorpresa de todos los que fueron testigos, en una rosa roja. Por ello es que cada 23 de abril, día de San Jorge, se regalan rosas.

La verdad es que fuentes históricas más confiables asocian este hecho a la temporada de cosecha de rosas. La otra verdad es que en España se celebra el día del libro desde los años 20’s, primero el 7 de octubre y después quedó el 23 de abril por ser la fecha de fallecimiento de por lo menos tres grandes: Miguel de Cervantes, William Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega. Hasta 1995 la UNESCO aprobó la fecha como festejo internacional, y en México, a partir de 2002, la organización de la FIL Guadalajara decidió instaurarlo también como celebración oficial y elegir año con año a un autor para ser leído en un maratón de lectura en el que además se venden libros y se hacen otras actividades semejantes (este año le toca a la obra de Jorge Ibargüengoitia: Los relámpagos de agosto).

Otra cosa de la que también me enteré fue que por varias décadas, en la mezcla de festejos del 23 de abril en España, la costumbre era más bien regalar rosas a las mujeres y libros a los hombres, ya saben, porque las mujeres son delicadas y se les conquista con adornos, y los hombres, que se mueven solamente en el mundo de la razón, se les rinde admiración regalándoles más conocimiento.

Seguir regalando rosas el 23 de abril (o cualquier otro día) es asunto de cada quien, pero como día dedicado al libro, y dados nuestros índices de analfabetismo funcional, nula comprensión en la lectura, y déficit educativo en general, podemos aprovechar esta fecha para fomentar que se abra la libre circulación del libro por medio de la donación, el regalo, la compra y el préstamo. Aprovechar este día para llamar la atención sobre la importancia del libro como un medio de expresión y comunicación que sigue siendo necesario para desarrollar el autodidactismo y la reflexión crítica.


El hilo del Minotauro

El hilo del Minotauro. Cuentistas mexicanos inclasificables.
Selección y prólogo de Alejandro Toledo.
Col. Universitaria de Bolsillo. FCE.


Cuando un crítico cataloga un autor como “raro” resulta inevitable preguntarse a qué es exactamente a lo que se refiere. Uno podría cuestionar si no habrá tenido otros adjetivos a la mano antes de soltar la palabrita, pues puede quedar la impresión de que es más fácil aludir a la “extrañeza” estilística que hacer un análisis de una obra.
Por otra parte, cabría pensar que para algunos sería un halago, una especie de publicidad dirigida a cierto tipo de lectores, sobre todo para quienes les gusta presumir su preferencia por los escritores fuera del canon, a los difícilmente encasillables, o bien, que caben dentro de esos “otros” apelativos como lo marginal, excéntrico, atípico, extravagante, estrafalario…
Sin embargo, ¿cuál es el parámetro para decir quién es “raro” en la literatura y quién no lo es? Resulta harto complicado si tomamos en cuenta que muchos escritores, en distintas épocas, han salido del oscuro anonimato con tales etiquetas, y con el tiempo se han convertido en clásicos universales, es decir, en el mismo canon.
Ni qué decir de quienes pasan totalmente desapercibidos por sus contemporáneos, y generaciones más tarde alguien con autoridad en el tema cree redescubrirlos para la posteridad. La verdad es que la historia de la literatura está llena de estas anécdotas. Rarezas que se convierten en estilos, en corrientes, en leyendas. Autores que se clasifican por la crítica en boga, y que con el paso del tiempo pueden reclasificarse según cambie la apreciación de los lectores.
En la antología de cuentistas mexicanos El hilo del Minotauro, Alejandro Toledo nos presenta su propia selección de los “raros”, aunque precisamente por la carga semántica de la palabra, prefiere llamarlos “inclasificables”. Lo que busca Toledo, en todo caso, no es la difusión propagandística de narradores mexicanos poco conocidos o poco valorados, pues entre líneas descubre que el trabajo del antologador (o crítico) no es la de salvar a ciertos escritores de la desmemoria o rescatarlos de un olvido que parece tenerlos secuestrados, sino destacar el hecho de que los grandes no siempre son los que más lectores tienen, ni los que pueden publicitar éxitos mesurables.
Para ello retoma la distinción cortazariana entre famas y cronopios: “Los famas andan a la caza del reconocimiento y los cronopios andan por sus caminos individuales. Los famas creen que por ser conocidos serán leídos, y de esa manera justifican su obsesión por la foto o el titular en el diario; los cronopios entienden que sólo por sus obras los conoceréis. El fama brilla en sociedad; al cronopio se le etiqueta como raro.”
Para Toledo, entonces, los cronopios mexicanos de la segunda mitad del siglo XX que sobresalen en el género de cuento son: Francisco Tario, Efrén Hernández, Guadalupe Dueñas, Amparo Dávila, Inés Arredondo, Salvador Elizondo, Pedro F. Miret, José de la Colina, Gerardo Deniz, Angelina Muñíz-Huberman, Jesús Gardea, Esther Seligson, Adela Fernández, Hugo Hiriart, Guillermo Samperio, Daniel Sada, Samuel Walter Medina, Emiliano González, Humberto Rivas, Daniel González Dueñas, Verónica Murguía, Luis Ignacio Helguera, Javier García-Galiano, Cristina Rivera Garza y Pablo Soler Frost.
Una selección de autores altamente recomendable que, de no ser por la paradójica clasificación de “inclasificables” sería difícil que compartieran espacio en una misma edición.   

Metrópolis, octubre 2009
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2009/10/libros-el-hijo-del-minotauro.html 

FCE: 75 aniversario

Fondo de Cultura Económica: 75 años.
 
En septiembre de 2009 celebramos el aniversario número 75 de la más grande institución editorial de México.

Como antecedente, en 1934 surgió la revista Trimestre económico, fundada y dirigida por Daniel Cosío Villegas, director de la entonces naciente Escuela Nacional de Economía (UNAM), de ahí el nombre de la editorial y sus librerías, pues de manera subsiguiente se propuso formar un fondo para proveer a la Escuela y sus estudiantes de bibliografía con temas económicos. 

El FCE se pensó desde sus inicios como una institución de fomento cultural no lucrativa, por lo que contó con un fideicomiso impulsado por el Estado mexicano para su formación.

En la primera etapa se publicaron solamente títulos relacionados al propósito original de Cosío, pero pronto la actividad editorial del Fondo amplió sus perspectivas, incluyendo traducciones al español de obras extranjeras con mucha influencia en el pensamiento occidental.

En lo sucesivo, el aumento aritmético de colecciones, el crecimiento geométrico de títulos y la difusión exponencial de ejemplares no dejaría de registrarse gradual y constructivamente en la trayectoria institucional de esta empresa pública descentralizada del Estado mexicano.

En 1945 se abrió la primera sucursal internacional en Argentina, en 1954 se hizo lo propio en Chile y en 1963 se instaló una gran sucursal en España.

A principios de 2009 nuestro catálogo contemplaba unos 9000 títulos, de los cuales aproximadamente 6000 siguen vigentes, con 105 colecciones y más de 119 millones de libros producidos. Pero la labor editorial no es lo único que hace importante al FCE: contamos con una red nacional de librerías que cuentan con una amplia oferta de títulos y editoriales.  

También a partir de este año comenzó la venta en línea –resultado de un ambicioso proyecto de digitalización iniciado en 2002 y que tiene ya más de 3000 títulos en soporte electrónico- no solamente de libros completos, sino también de capítulos e incluso sólo páginas de los libros con sello Fondo: una excelente alternativa para los compradores de libros en tiempos de crisis.

Este mes de septiembre estemos atentos a los detalles de esta importante celebración nacional, y en lo particular, de las actividades y descuentos que la librería Isauro Martínez del Fondo de Cultura Económica realizará para el festejo de este aniversario. 

Metrópolis, septiembre 2009
 http://revistametropolis1.blogspot.mx/2009/09/libros.html

 

Mujeres en movimiento

Mujeres en movimiento. Eróticas de un siglo a otro.
Graciela Musachi
Biblioteca de Psicología, Psiquiatría y Psicoanálisis. FCE


Hace poco, en medio de una acalorada conversación, una amiga me preguntaba acerca de qué es exactamente lo que buscamos o queremos las mujeres, considerando las pasadas décadas de luchas feministas, avances en políticas y en derechos. Entre lo que estuvimos hablando aquella noche, inquirí a qué mujeres se refería, es decir, que si acaso podíamos hablar en nombre de todas o si había que tomar en cuenta las múltiples diferencias: culturales, educativas, económicas, etc.

Mi respuesta, en tono de pregunta, implicaba el supuesto de que no todas “las mujeres” andamos buscando y anhelando las mismas cosas. Sin embargo, el asunto me dejó con la sensación de que había huido fácil y retóricamente a otra antigua cuestión, que en distintas épocas y situaciones otras(os) han tratado de responder: la de definir qué somos las mujeres, qué nos identifica como tales, sobre todo si recordamos que lo que por siglos se pensó que era “natural”, más tarde resultó que no era sino producto de la cultura, aclarándose las diferencias (biológicas) entre hombres y mujeres, y las diferencias (sociales) entre femenino y masculino.

Luego, buscando entre estantes, me encontré con el libro de la psicóloga argentina Graciela Musachi Mujeres en movimiento, cuyo eje plantea la pregunta que ya volvía a rondarme: ¿qué son “las mujeres”? En éste se propone -además de poner en evidencia el peso del feminismo en la cultura occidental en lo que respecta a la relación actual entre hombres y mujeres- destacar la incidencia del psicoanálisis en los feminismos y viceversa; esboza las perspectivas que se han tomado desde los distintos tipos de feminismos respecto de saber o no qué es una mujer: algunas han creído saber la definición, mientras otras se afirman en un no saber que las une.

A través de una prosa fluida y conceptos psicoanalíticos, la autora conduce una pertinente discusión de los temas y problemas que la diferencia contemporánea de géneros ha introducido en el campo de las ciencias sociales, las humanidades y la cultura.

En uno de sus capítulos Musachi presenta de manera crítica un panorama histórico de “los feminismos”, con sus avances y con algunas de sus contradicciones, abriendo el horizonte no tanto a resoluciones sino al planteamiento de más preguntas.  

En la Librería del Fondo de Cultura Económica contamos con un variado catálogo de temas relacionados a las contribuciones que el enfoque de géneros ha realizado en distintas disciplinas. Visítenos en el complejo del Teatro Isauro Martínez.

Hasta la próxima.

Metrópolis, agosto 2009 
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2009/08/libros.html

Desde el fondo

Con esta colaboración saludamos por primera ocasión a los lectores de Metrópolis, para darles a conocer las recomendaciones que ofrece la Librería Isauro Martínez, filial de la editorial mexicana Fondo de Cultura Económica (FCE), que este año está celebrando su 75 aniversario. 

Además de las colecciones del FCE, en este espacio estaremos promoviendo material literario de algunas otras editoriales, así como las publicaciones de autores regionales.

En esta oportunidad presentamos la colección Arteletra. Proyecto independiente que surgió en el 2007, con la edición a cargo del escritor lagunero Jaime Muñoz Vargas. El lector encontrará prosa y poesía con singulares estilos y temas que tocan una variedad entre lo diverso que tienen el pensamiento y el quehacer humano. Algunos de los títulos con los que cuenta nuestra librería son:

Sueños diurnos, de Javier Prado Galán, consta de 13 artículos que combinan la brevedad periodística con temas filosófico-sociales contemporáneos. Prado Galán comenta, entre otros asuntos, los aportes de autores muy difundidos en el campo del pensamiento posmoderno, el problema con el conocimiento de la realidad, los medios de comunicación masiva, la política mexicana y mundial, la esperanza y el terror.

En Una costilla de la noche, Daniel Lomas, nos ofrece 21 poemas en los que no faltan el recurrente tema del amor y las imágenes originales, con ingredientes existenciales y eróticos.

Homeomatrix: principios básicos que rigen la medicina homeopática, de Mauricio Serratos Pedroza, es un breve ensayo que esquematiza lo específico de la homeopatía con gran claridad y sencillez y nos introduce al debate científico que ha propiciado dicha alternativa médica.

La crátera del orbe. De Joseba Buj. 17 poemas en los que se emplea la pregunta retórica y un ancho bagaje lexicográfico, armonizando con motivos que dan cuenta de la indeterminación de lo humano y la imposibilidad del amor.

Dialéctica del caos, autoría de Gilberto Prado Galán, contiene cinco artículos dedicados a analizar la naturaleza de la poesía, comentando algunos pasajes de poetas consagrados. Si el lector es de aquellos que no gustan de leer poesía, con este título tal vez encuentre que leer acerca de éstae puede resultar estimulante y provechoso para el conocimiento de algunos autores que han desatacado en la historia de la literatura moderna.

Éstos y otros títulos los tenemos disponibles en la librería del Fondo, visítenos en el complejo del teatro Isauro Martínez, hasta la próxima.

Metrópolis, Julio 2009
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2009/07/desde-el-fondo.html