domingo, 8 de abril de 2012

De compartir la escritura




La publicación tradicional de libros se adelgaza; salvo conocidas excepciones de literatura ligera y otras más honrosas, cada vez se hacen tirajes más cortos para el general de las obras literarias y de divulgación del conocimiento. Pero, al mismo tiempo, la diversidad de títulos sigue en crecimiento. Vivimos una particularización: ediciones de autor, reimpresiones personalizadas, memorias familiares, productos institucionales y de grupos que buscan dejar constancia de su actividad social o creativa al margen de las reglas, a menudo excluyentes, del mercado y el consumo cultural.
Tirajes limitados en número, y a regiones o localidades, proliferan atendiendo a la necesidad de crear documentos que hablen de nuestro quehacer y motivaciones. Contrapunto a la estrechez de la visión editorial que busca réditos globales, la pequeña producción de libros abre un nuevo campo para la expresión y la comunicación a escala personal: termina siendo rentable menos por lo económico que por la satisfacción de concretar un proyecto ansiado, propio y significativo.
Para mí ha sido un gusto editar Antología compartida, el resultado del proceso de aprendizaje que tuvieron los diplomados de la Escuela de Escritores de la Laguna, generación 2009-11. Además de “compartir” sus textos, los seis autores que reúne dicha antología compartieron las correcciones, los gastos y el resto de implicaciones que conlleva cualquier publicación.
Partiendo de que un escritor no puede autonombrarse como tal hasta que no da a luz un libro, y considerando que los tiempos no están como para esperar a que una editorial de talla nacional te llame para publicar tu obra, es este esfuerzo un comienzo, un primer paso que busca abrirse camino en el terreno de las letras locales.
Daniel Alemán nos entrega un cuento, mezcla de fantasía e intertextualidad: seres mitológicos, monstruos, animales y personajes de obras literarias que conviven en el mismo plano imaginario.
Brenda Vargas eligió algunas minificciones, un cuento breve y dos textos cercanos a la poesía infantil. A tales textos los une cierta temática general: la muerte, la tortura y el terror. También los une el humor negro y un tono lúdico, amalgama perfecta que permite asomar una sonrisa de espanto.
Aleida Belem prefirió dar una muestra diversa: un cuento realista de monólogos en el que “fluye la conciencia”, algunas minificciones y un poema; en todos ellos destaca la experimentación en las formas de decir lo aparentemente cotidiano, los pequeños detalles de la vida común, pero a través de un lenguaje sutil que sugiere, susurra “las cosas importantes”, sólo perceptibles al lector que se encuentre en la misma sintonía.
Gaby Flores optó por un conjunto de poemas. En los versos de corte libre, la voz poética expresa su descontento con la violencia y la preocupación por la muerte. Por otra parte, dedica poemas a la luna, al viento, a sus hijos, y nos presenta un poema narrativo y dialogado, en el que un desgarbado personaje femenino expone sus verdades tras el velo de la locura.
Sara de Valle nos muestra los primeros capítulos de una novela que en su inicio parece netamente realista pero, conforme avanzan sus páginas, se convierte en una propuesta fantástica en la que el quiebre de la realidad lleva a su protagonista al ámbito de las reflexiones existenciales.
Tere Escobedo seleccionó algunas minificciones en las que desfilan personajes tan diversos entre sí como un esquizofrénico, una prostituta, una mujer que debe padecer la espera y unas hormigas humanizadas. Los textos se distinguen por sus elipsis; pareciera que elude información o que en un punto de la narración se salta a un final conclusivo, pero es parte de un humor peculiar, de un estilo que busca que el lector complete (encuentre) sus propios significados.
Muy pronto podrán encontrar Antología compartida en las librería locales, o también pueden adquirirlo a través de las redes sociales, buscando el nombre de alguno de sus autores. 

Metrópolis, enero 2012
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2012/01/de-compartir-la-escritura.html
 

Saúl en tres tiempos



El 21 de septiembre Saúl Rosales presentó uno más de sus libros.

Contra la tendencia bien definida que ignora a autores productivos, vigentes y con propuesta literaria con supuestas razones de viabilidad de negocios, Saúl sigue apostando, paciente y dedicado, a la edición de autor. No importa que los editores comerciales no tengan interés en su obra, ni que los responsables de fondos públicos para el fomento editorial terminen por no encontrar útil gastar en la propuesta de nuestro escritor. Él no trabaja para el éxito presente, menos aun por un cálculo remunerativo; como en pocos casos de la vida, esfuerzo y gratificación no difieren sustantivamente, tampoco en el tiempo. Su llana satisfacción: escribir, descubrir el sentido de una idea, un pensamiento, una forma bella a través del manejo de las letras.

A propósito de que perdí la oportunidad de comentar dos libros que atañen de manera directa a Saúl (Un año con el Quijote, de mediadios de 2010 y Treintaicinco más treintaicinco, principios de 2011), con esta Poesía de la música grande llena mi mesa y me permite sugerir alimento intelectual en tres tiempos.

Un año con el Quijote. Tuvo una presentación muy concurrida. El libro reúne artículos publicados antes, durante y despues del año que se celebró el cuarto centenario del “ingenioso hidalgo”. La obra, predilecta entre los gustos de Rosales, no se exalta por su innegable valor en la construcción de la lengua española, ni por haber marcado un definitivo antes-después en la configuración de la novela moderna, ni por haber abierto y a la vez clausurar los límites de la intra, la inter y la transtextualidad literaria para toda una época. No. Lo que Saúl ha hecho, en sus propias palabras, fue “ofrecer un tributo personal a la obra que debo horas y horas de diversión discreta, sonrisas plenas y risas francas”.

Treintaicino más treintaicinco. Setenta años del escritor Saúl Rosales. En octubre del 2010  Saúl Rosales cumplió 70 años de vida. Uno de los festejos, de los festejos literarios que lo acompañaron, fue una mesa redonda en homenaje a su obra, en el marco del Festival Lagunero del Libro y la Lectura (TIM); en ella participaron los escritores Jaime Muños Vargas, Daniel Maldonado y Angélica López Gándara. Luego, al inicio del 2011, sus alumnos del Taller de creación literaria del TIM propusieron la publicación de un cuadernillo que contuviera los textos del homenaje, además de otros, también alusivos a este acontecimiento, así como el texto escrito y leído por Saúl en dicho evento. En este caso, la edición no fue precisamente de autor, Dolores Díaz Rivera patrocinó la impresión y todos colaboramos para hacerla posible. Resultado: 500 ejemplares gratuitos de un cuadernillo de 43 páginas que, entre otros elogios, agradece la labor de Saúl Rosales como incansable maestro, entusiasta promotor de la literatura y por supuesto, como prolífico autor de una obra diversa que incluye poesía, cuento, novela, ensayo, teatro, artículos, reseñas y más.

Poesía de la música grande. Recién salido de la imprenta, el nuevo libro de Saúl está dedicado a la música clásica. El autor ha declarado: “El lector se encontrará en las páginas siguientes palabras de amor a la música en algo semejantes a los versos que el poeta dedica a su amada”. Y no sólo eso, también encontramos pasajes referidos a la vida y obra de compositores, conciertos de la Camerata de Coahuila y anécdotas de músicos destacados. En la presentación realizada en el Museo Arocena, Natalia Riazanova resaltó el carácter pionero de este trabajo. Hasta ahora, no existían referentes editoriales consagrados al desarrollo de la música de cámara en la Comarca Lagunera, a pesar de que hace 17 años nuestra región cuenta con una oferta viva, profesional y sistemática de este género. Fiel a su eterna sencillez, Saúl advierte que los artículos reunidos deben verse como periodismo cultural y nada más, aunque con ellos integra un memorial particular de la región con las complejas manifestaciones de la trama creativa que recorre a todo el planeta humano: la música grande.

Metrópolis, octubre 2011
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2011/10/saul-en-tres-tiempos.html

Libros y escritura. Permanencia y transición

He escuchado comentarios, vertidos aquí y allá por personas supuestamente conocedoras del fenómeno libresco, que tienden a asumir la inexcusable desaparición del libro. Claro, la fascinación por la tecnología y los nuevos soportes de la escritura lleva a conclusiones más bien superficiales al respecto. Ya decía en una ocasión anterior que se puede anticipar una coexistencia más o menos prolongada de soportes tradicionales y electrónicos: la nuestra es una fase de transición; nos toca ser testigos de una transformación contemporánea de la historia de la escritura.

Esta coexistencia trae lo que Roger Chartier (Congreso Internacional del Mundo del Libro, FCE) expuso como una pérdida de las fronteras en el orden de los discursos. Se trata de un problema generacional: los lectores adultos, acostumbrados a distinguir los géneros de la escritura con la ayuda de su propia presentación física, encuentran en los recursos electrónicos una presentación unimodal, la pantalla. Fragmentos de libros (novelas, ensayos, dramaturgia), artículos de revista, crónicas independientes, notas de prensa, escrituras no destinadas a la industria editorial ligada al papel (blogs, Wiki, chats, tweets), poemas y cuentos sueltos o coleccionados arbitrariamente aparecen sin mayores características que puedan orientar al lector.

Es obvio que pasada la coyuntura, en ese futuro aún indefinido, la escritura y la lectura sufrirán sus correspondientes pérdidas y ganancias ¿cómo distinguirán los nuevos lectores los diferentes géneros?, ¿aún será pertinente hacer las mismas distinciones de géneros en el futuro, ya no del libro, sino de la literatura y las demás modalidades de presentación del texto?

Parte del fenómeno se expresa en lo que se ha llamado “la desintegración del libro”. Las textualidades fragmentarias disponibles en la red son un ejemplo casi literal de este concepto, aunque el mismo las antecede aún desde tiempos en que no era concebible el libro digital (“Híbridos genéricos: la desintegración del libro en la literatura hispanoamericana del siglo XX”, Francisca Noguerol Jiménez). Autores consolidados en algún momento del siglo XX (me refiero a lo particular de la escritura literaria) como Alfonso Reyes, Julio Torri, Alejandro Rossi, Julio Cortázar, etc.,  anticiparon con sus obras esta transformación de la historia de la escritura.

Algunos datos pueden darnos indicios para seguir en busca de claridad al respecto. Un análisis de Voltairenet.org (“En picada la industria del libro”, Paulina Monroy), con datos hasta 2007, retrata un punto crítico, desde el punto de vista productivo, en la trayectoria del libro en México. De allí se pueden obtener algunas conclusiones parciales: la producción de libros tiende a bajar, a emplear menos mano de obra, a reducir su índice de producción per cápita; a aumentar su valor, a mantener por los suelos sus coeficientes de inversión, a disminuir su rentabilidad con afectaciones en productividad y demás. Sí, la industria editorial ligada al papel ya va de salida, pero nada indica que el cambio por las nuevos soportes vaya a resultar abrupto. La producción declina pero el uso permanece.

Un artículo en Quincenadelibros.com (“Diferencias entre los mercados digitales entre Europa y EU…¿y Latinoamérica?, Jürgen Snoeren) ofrece datos de la cuarta conferencia Editech. A excepción de Reino Unido, no se puede decir que en Europa existe un mercado del e-book: España, el más “extendido” entre ellos, alcanza 1.7% del mercado total de libros, los Países Bajos 0.8%. Las limitaciones son mercadológicas y de distinto tipo; queda un gran acervo histórico por digitalizar, los derechos de copia y/o autor aún no están a salvo con tantas opciones de piratería virtual.

Sin duda, el libro como obra intelectual permanecerá como bien cultural, independientemente del soporte y las transformaciones que sufra con sus cambios recientes. Parafraseando a Chartier, no por difundirse ampliamente la imprenta de tipos móviles dejamos de escribir a mano; ahora que puede reducirse la textualidad a su mínima expresión material ¿quiere decir que los “voluminosos” cubos de papel serán prescindibles?


Metrópolis, agosto 2011
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2011/08/libros-libros-y-escritura-permanencia-y.html

¿Libros sin papel?

E-book (libro electrónico): versión electrónica o digital de un libro. También suele denominarse así al dispositivo usado para leer estos libros, que es conocido también como e-reader o lector de libros electrónicos.
Para quienes gustamos de los libros no sólo por sus contenidos, sino por sus hojas, sus pastas, sus diferentes tipografías, su olor a papel nuevo, su tamaño, su forma y demás detalles meramente físicos, será tiempo de ir asimilando esta era digital en la que se habla de la desaparición del libro y, como consecuencia, de las librerías y las bibliotecas como las conocemos ahora. 
Cuando el tema comenzó a dar de qué hablar, pensé que en México pasarían muchos años para realmente preocuparnos de que los libros electrónicos se convirtieran en una “amenaza” para el viejo codex de papel; la probabilidad de que la mayoría tuviera acceso no a un lector de libros electrónicos, sino a una computadora portátil, era lejana y seguiría siendo lejana. Intenté aferrarme a la idea de que yo no cambiaría las páginas de mis libros por un aparato (altamente robable hoy día). Pero la tecnología a todos algún día nos alcanza y, antes de que me rebasara, me encontré descargando libros electrónicos, ya fan de páginas web que comparten libros o tips para conseguir todo tipo de títulos.
No sucedió, como había llegado a pensar, que un soporte (digital) sustituyera al otro (de papel), sino que ambos empiezan a convivir y, en todo caso, se complementan. No me desharé de todos mis libros por más volumen que ocupen en distintos espacios de mi casa, ni dejaré de desear tener en mis manos ediciones de lujo por más que pesen. Debo admitir que los libros electrónicos tienen sus ventajas, por ello es que busqué algunos de los pros y los contras para, de manera muy aproximativa, reflexionar sobre el tema.
Del lado de los pros destaca la portabilidad, una profunda tendencia en la historia y la cultura del libro. Se dice que en el espacio que se empleaba para tener un libro mediano hoy caben los dispositivos necesarios para leer libros electrónicos (llámese laptop, ipad, blackberry, iphone, etc.), éstos pueden portar o vincular miles de libros: una biblioteca entera puede cargarse en el bolsillo.
También el acceso a librerías y bibliotecas móviles. A la fecha existen librerías que, además de vender libros empastados que te envían por paquetería, también tienen venta de e-books que en cuestión de segundos se descargan. Del mismo modo encontramos bibliotecas virtuales con cientos de textos disponibles. La mejor parte es que puedes consultarlas, comprar, bajar contenidos, etc, las 24 horas del día, los 7 días de la semana, los 365 días del año, franqueando las distancias… notable ventaja frente a, por ejemplo, cualquier biblioteca del mundo que se restringe a horarios, tarjetas de préstamo y disponibilidad de tiempo.
Los libros independientes en la red representan un límite. Aumentan las posibilidades de que una persona edite su propio libro y lo comercialice vía Internet. Esto es, que con los libros electrónicos se puede llegar a prescindir de editoriales y distribuidores que muchas veces deciden publicar únicamente desde el punto de vista comercial; por otra parte, el autor se lleva mayor ganancia por su trabajo.
Por supuesto que esto aumenta el número de literatura de poca calidad, tanto en contenido como en trabajo de corrección y edición. Y así comenzarían los contras.
Los lectores de libros electrónicos (e-reader) para funcionar adecuadamente dependen de carga eléctrica y de pila, además de que requieren que el usuario sepa usar la computadora: si hay un apagón o si no estás capacitado para emplear dicha tecnología, adiós biblioteca portátil; ¿todavía quedan de aquellos grandes lectores, los denominados expertos, que no entrarán al flujo digital por resistencia a los nuevos soportes? 
Para comprar, descargar, compartir o consultar libros electrónicos es indispensable tener acceso a Internet, y ese acceso implica costos adicionales que aún pocos pueden sostener.
Si bien es posible prescindir de editoriales y distribuidores al hacer un libro electrónico, muchas veces éstos no se leen ya sea por un escaso conocimiento de cómo funciona el mercado por Internet o porque la ausencia de cuidado gramatical los arruina como producto cultural.
Más que concluir, cierro con una idea preliminar a este vasto tema: los libros electrónicos están dirigidos a cierto perfil, en su mayoría jóvenes o adultos jóvenes que conjuntan una serie de recursos, habilidades y conocimientos en el uso de tales opciones, lo cual relega a la mayoría de la población y a una parte significativa del público lector.
Metrópolis, junio 2011
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2011/06/libros-sin-papel.html

Derechos de los niños a escuchar cuentos

El festejo del día del niño se originó en 1954, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas recomendó que se instituyera el día universal del niño y sugirió a los gobiernos estatales que lo celebraran en la fecha en que cada uno de ellos estimara conveniente. Desde entonces la ONU festeja el día universal del niño el 20 de noviembre, buscando con ello la promoción del bienestar y de los derechos de los niños del mundo. 
 
En México lo celebramos el 30 de abril, aunque si nos preguntamos qué significa esa fecha para los niños de hoy, la respuesta se relacionará mucho más con que los papás lleven a sus hijos a comer su fast food favorita, o bien, si el niño corre con suerte (y los papás con presupuesto) le compran un juguete, lo llevan al cine o le dan algún tipo de recompensa, la más de las veces material. También están los convivios escolares, pero éstos se asemejan bastante a lo que sucede en las fiestas de cumpleaños: payaso, pastel y dulces. 
Es cierto que uno de los derechos de los niños es el juego, y otro la diversión, pero al llevarlos a comprar un juguete no se está promoviendo precisamente estos derechos. Los niños no asocian este día con una celebración en la que se promuevan sus derechos, sino con un día en el que, en el mejor de los casos, sus padres accederán a comprarles algún presente.
Los derechos de los niños actualmente son, según la ONU, los siguientes: derecho a la vida, al juego, a la libertad y a compartir sus puntos de vista con otros, a dar a conocer sus opiniones, a una familia, a la protección durante los conflictos armados, a la libertad de conciencia, a la protección contra el descuido o trato negligente, a la protección contra el trabajo infantil, a la información adecuada, a la protección contra la trata y el secuestro, a conocer y disfrutar de su cultura, a la protección contra todas las formas de explotación, a crecer en una familia que les dé afecto y amor, a un nombre y una nacionalidad, a la alimentación y nutrición, a la diversión, a la libertad, a la paz mundial, a la salud, y a no ser discrimindados por sexo, credo, etnia o ideología.
De estos derechos se pueden desprender, por supuesto, muchos otros. Si en mí estuviera proponer otro abogaría por el derecho a la lectura. La lectura fuera de las obligaciones escolares, la lectura asociada a algunos de los anteriores derechos, por ejemplo: la lectura como un acto de amor, de libertad; la lectura como una forma de conocer y dsifrutar de la cultura; la lectura también como un juego, como una diversión.
En un libro del Rincón de la Lectura, editado por la SEP, me encontré esta propuesta de derechos referentes a la lectura para niños. Lo comparto con ustedes:
1. Todo niño, sin distinción de raza, idioma o religión, tiene derecho a escuchar los más hermosos cuentos de la tradición oral de los pueblos, especialmente aquellos que estimulen su imaginación y su capacidad crítica.
2. Todo niño tiene derecho a exigir que sus padres le cuenten cuentos a cualquier hora del día.
3. Todo niño que por una u otra razón no tenga a nadie que le cuente cuentos, tiene absoluto derecho a pedir al adulto de su preferencia que se los cuente, siempre y cuando éste demuestre que lo hace con amor y ternura, que es como se cuentan los cuentos.
4. Todo niño tiene derecho a escuchar cuentos sentado en las rodillas de sus abuelos. Aquellos que tengan vivos a sus cuatro abuelos podrán cederlos a otros niños que por diversas razones no tengan abuelos que les cuenten cuentos. Del mismo modo, aquellos abuelos que carezcan de nietos están en libertad de acudir a escuelas, parques y otros lugares de concentración infantil donde podrán contar cuantos cuentos quieran.
5. Todo niño está en el derecho de saber quiénes son los principales autores de cuentos. Las personas adultas están en la obligación de poner sus historias al alcance de los niños.
6. Todo niño goza a plenitud del derecho de conocer las fábulas, los mitos y leyendas de la tradición oral de su país.
7. El niño también tiene derecho a inventar y contar sus propios cuentos, así como a modificar los ya existentes, creando su propia versión.
8. El niño tiene derecho a exigir cuentos nuevos. Los adultos están en la obligación de nutrirse permanentemente de nuevos e imaginativos relatos, propios o no, con o sin reyes, largos o cortos. Lo único obligatorio es que éstos sean hermosos e interesantes.
9. El niño siempre tiene derecho a pedir otro cuento y a pedir que le cuenten un millón de veces el mismo cuento.
10. Todo niño tiene derecho a crecer acompañado de Alicia, Caperucita y el lobo, los músicos de Bremen, del Gato con Botas, Pulgarcito..., y del inmortal "Había una vez...", palabras mágicas que abren las puertas de la imaginación en la ruta hacia los sueños más hermosos de la niñez.
Metrópolis, abril 2011
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2011/04/libros-derechos-de-los-ninos.html

Entre la cocina y las letras

Ya está con nosotros Evocaciones del sabor y del alma, un libro de cocina que tiene un tanto más de anécdotas, lecturas y tradición familiar. La experiencia de su autora, Arcelia Ayup, es la base de recetas variadas, gourmet o regionales, que han quedado plasmadas en este trabajo editorial; pausada y acumulativa, su tarea ha recorrido el péndulo que va de la práctica a la teoría y viceversa: después de años de cocinar para familia y amigos o por pura experimentación, Arcelia se decidió a sistematizar todo un bagaje con una mano en la gastronomía y otra en la literatura. 

No se sorprenderán sus amigos al ver que tienen una participación en las páginas de Evocaciones, Arcelia lo declara: sus recetas provienen de su familia, son platillos regionales o gourmet bien conocidos, en ocasiones se trata de adquisiciones dadas en la convivencia con amigos de otras latitudes, en viajes internacionales y al interior del país, o bien invenciones que salen de coyunturas marcadas por la premura del tiempo y las existencias de la despensa.
No es posible, ya lo he sugerido, denominarle “recetario”; Evocaciones es producto y memoria de un conjunto de interacciones que desbordan el ya de por sí complejo arte de cocinar: importa tanto la receta como de dónde se ha adquirido, el momento y el espacio, las personas, los aprendizajes y esos autores que inspiran y orientan la labor de quien integra materia prima, condimentos y la proporción exacta de amor.
Esta compilación de placeres gastronómicos ¾con prólogos de Renata Chapa y Saúl Rosales¾, cuenta con un esbozo de la historia culinaria de su autora y semblanzas de Laura Esquivel, Sor Juana Inés de la Cruz y Leonardo da Vinci, los maestros que Arcelia evoca como contribución a una historia del buen comer. También se ofrece en las páginas preliminares unas “Recomendaciones” en materia de accesorios e ingredientes básicos y las “Reglas básicas del trabajo en la cocina”; pero eso es sólo el inicio, el cuerpo del no bien llamado recetario está dividido en tres grandes apartados.
Primero, “Las extravagantes”, una serie de platillos que, como su clasificación lo indica, destacan por su peculiar manera de preparación, los ingredientes diversos y en combinaciones asombrosas, es el apartado propiamente gourmet de las Evocaciones; entre todas las prometedoras opciones, despuntan el “Panini de pistache” y el “Omelet de cabuche” si se trata de desayunar; “Escamoles” o “Flor de palma” como entremeses; de las carnes no hay que dejar de probar el “Gulash”; de las aves el “Pavo en aceite de cacahuate”; entre las opciones del mar figura un “Salmón en salsa de alcaparras”. También una variedad de pays salados y postres.
En el segundo apartado se encuentran las recetas clásicas. Comienza con los “Desayunos de tres continentes” (español, libanés y mexicano); los entremeses tienen como destacada posibilidad para preparar, en un día de prisas, unos “Hongos mega-rápidos”; las ensaladas pueden ser sencillas o complejas, hay una “Oriental” de ingredientes variados y fácil preparación o bien la consagrada “Caprice”; como guarniciones se ofrece un “Arroz angelado” que bien puede tener parentesco con otros arroces, pero preparado por Arcelia, las notas son de singular evocación; para los platos fuertes: “Lomo de cerdo a la sal” o un “Rigatoni de berenjenas al tomate” son notables alternativas en este mundo de ricas propuestas. No faltaría en este apartado una sección de “Deleites mexicanos”, ni postres de igual filiación.
El tercero y último, nombrado “Delicias de los maestros”, es resultado de la adaptación en la que Arcelia recupera el quehacer de la cocina de grandes personajes, históricos o ficticios. ¿Qué tal unas “Codornices de petalos de rosas”, de Laura Esquivel; unos “Chiles anchos rellenos de queso nuez en pasta hojaldrada”, de Sor Juana Inés o una “Marmelada de col”, de Leonardo da Vinci? Suenan complicados, pero no lo son, sobre todo si se les pone el amor que les impregnó Arcelia en este libro.
Una recomendación para cualquier ocasión, o mejor dicho, un libro que merece inventarse la ocasión para leerlo y experimentar con sus consejos y recetas. 
Metrópolis, marzo 2011
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2011/03/libros-entre-la-cocina-y-las-letras.html

Va la tercera, esperamos que no sea la vencida



En la tercer serie de la colección Siglo XXI. Escritores coahuilenses, de la editora de la Universidad Autónoma de Coahuila, aparece (por fin) el libro de cuentos Fuegos Fatuos, de Alfredo Loera, después de los vericuetos burocráticos que pasó para, ya impreso, poder circular.
Denominaría los relatos que nos presenta Alfredo, sólo por tratar de asirlos desde adjetivos y conceptos literarios ya conocidos y descritos, como cuentos de terror posmoderno.
Un terror que no lo provoca el suspenso, ni la misma descripción del miedo, ni la deformidad o mutilación del cuerpo humano, sino el terror de saberse solo, la angustia de saber que el insoportable y único destino es la desesperanza. Los personajes saben que nada cambiará en su cotidianidad, que nadie aparecerá para salvarlos, que se encuentran solos, porque la soledad es también estar rodeados de seres con los que es imposible comunicarse.
Sobre la estructura del cuento moderno (donde acciones y acontecimientos tienen lugar gracias a un vínculo de alta precisión con el desenlace), Alfredo Loera articula elementos que van más allá de las posibilidades que guarda el prototipo tradicional del subgénero. Al menos en relación a dos características que encuentro en Fuegos Fatuos, donde confluyen algunos recursos usados en el cuento de terror (los más sutiles) y otros tantos rasgos de lo que se ha llamado narrativa posmoderna.
Algunas de las características que permean estos relatos y que yo emparentaría con el cuento de terror son: el misterio, confusión de los planos del sueño y la vigilia, el tema de la muerte, así como el recurso a indicios no resueltos.
Respecto a la narrativa posmoderna, coincide con que son textos que dan pie a distintas lecturas, tienen un narrador no homogéneo, requieren de una lectura un tanto indiferente hacia lo externo y capaz de asumir información fragmentaria, de convivir con la inestabilidad y la pérdida de la referencia sobre lugares; requieren mayoritariamente de un lector activo, que complete significados.
La UAdeC no había tenido un impulso editorial tan decidido y continuado como el de esta colección que ha llegado a la tercera serie, lo cual indica también que la producción de los autores coahuilenses se encuentra en un buen momento. No obstante, la falta de una estrategia de distribución y circulación igualmente decidida puede arruinar este buen momento de producción intelectual y editorial.
Los ejemplares tardan demasiado en liberarse debido a simples trámites  burocráticos que se complican inexplicablemente; la oferta institucional al público ha resultado, más que limitada, francamente deficitaria; los libros se distribuyen por la iniciativa de los autores y no por vínculos comerciales y difusores como parte de una política de publicaciones integral por parte de la universidad.
Entre los títulos recientes relacionados de manera directa al quehacer literario, se pueden destacar, además de Fuegos fatuos, el ya comentado en esta colaboración Miel de Maple, de Miguel Báez, parte de la segunda serie, y el poemario de Julio César Félix Mis ojos el fuego, títulos disponibles en la librería del Teatro Isauro Martínez.

Metrópolis, febrero 2011
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2011/02/libros-va-la-tercera-esperamos-que-no.html

Festival Lagunero del Libro y la Lectura 2010

Con esta nota nos despedimos del 2010. Durante todo el año tuve la oportunidad de reseñar y recomendar libros, pero también desde aquí hablamos del trabajo de animación a la lectura desde distintos espacios: la escuela, las librerías, los centros culturales, los hogares, etc., así como del triste panorama que nos muestran los índices de lectura en nuestro país.
Hacer que todos lean, por redundante que suene, es trabajo de todos, pero no se trata de leer algo por obligación y desde esa lectura obligada hacer crecer la estadística y decir: “¡hicimos que ‘x’ cantidad leyera!”. Se trata, más bien, de dar, leer, compartir experiencias de lectura, demostrar cómo ésta nos ofrece la posibilidad de reflexionar, cuestionar, entender el mundo, aprehenderlo.
La buena noticia para cerrar el año es que, luego de varios años sin Feria del Libro en la Laguna, se organiza el que hemos denominado Primer Festival del Libro y la Lectura 2010, a celebrarse del 7 al 12 de diciembre en el complejo cultural de Teatro Isauro Martínez, en la ciudad de Torreón, Coah.
Ante la ausencia en nuestra región de un evento de promoción de la lectura de amplio alcance e impacto social, los organizadores nos hemos propuesto crear las condiciones para que los laguneros cuenten con un programa anual, abierto e intensivo, que propague los valores de la lectura y la cultura escrita, incluyendo una expo-venta con la participación directa de algunas de las editoriales más importantes en el país. Además, se tienen planeadas visitas guiadas para escuelas, presentaciones de libros, conferencias, talleres, lecturas en voz alta, Cuentacuentos, entre otras actividades de tonalidad a la vez profesional, incluyente y festiva.
Corren tiempos de muchas dificultades en los distintos ámbitos de nuestra sociedad; no por ello dejaremos de promover alternativas culturales que contribuyan a ennoblecer las relaciones entre los seres humanos, al menos en la porción de sociedad en que nos ha tocado coexistir y en la cual podemos formularnos objetivos que realmente nos acerquen a la consecución de los fines propios de cualquier proceso civilizatorio.
Letras, libros, escritura y difusión son, para dicha tarea, nuestros grandes aliados.
Los invitamos pues, a que busquen la programación de actividades y se sumen a esta festejo, mismo que crecerá en la medida en que los laguneros asistamos y participemos. Y aprovecho para agradecer, de antemano, a todos los que, interesados en el proyecto, aceptaron colaborar de distintas formas y hacer suyo este festival.

Metrópolis, diciembre 2010
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2010/12/festival-lagunero-del-libro-y-lectura.html

jueves, 5 de abril de 2012

El verbo leer no soporta imperativos o los derechos del lector

Y aquí voy otra vez. ¿Qué libro recomendar? Por asociación, pienso en todos los que no leen o leen por obligación. Recuerdo entonces un libro que habla del suplicio que significa tener que leer cuando no quieres hacerlo.

El libro al que me refiero es Como un novela, del escritor francés Daniel Pennac. En ella narra, como si fuera una novela, distintas experiencias de lectura desde la infancia, y en algunos apartados aprovecha para hacer algunas recomendaciones en la formación de lectores. Lo que aquí me gustaría comentar es su decálogo del lector. Pennac presenta los diez derechos de todo lector que se precie de serlo, con los que busca, entre otras cosas, alejar a la lectura de algunos prejuicios comunes, así como de la solemnidad con la que algunos tratan el tema, como el creer que sólo leen los que estudian mucho, los que no tienen gran vida social, los que tienen mucho tiempo libre o, como dirían muchos jóvenes, que es una actividad “como aburrida, ¿no?”

Aquí les van los derechos del lector, o bien, lo que todo el que inicia en la lectura debe saber acerca de lo que hacen los lectores.

1.     El derecho a no leer
Negarse a leer si se quiere. La lectura tendría que ser una necesidad, no algo que te hará ver bien ni te hará respetable. El que es lector no lee todo el tiempo, ni con continuidad, sino que suele tener periodos en que no puede o simplemente no quiere leer. Suele creerse que la lectura “humaniza al hombre”, y eso sucede en la mayoría de los casos, aunque debemos aceptar que hay deprimentes excepciones. Pensar que la lectura es un deber es otorgarle casi una obligación moral y no es así; también se lee por diversión, por entretenimiento, por evasión y por más.

2.     El derecho a saltarse páginas
Como ya decíamos, leer no es un deber, ni mucho menos un sacrificio en el que se tengan que leer todas y cada una de las páginas. Sería más sencillo habituarse a leer si esta actividad se asociara con el placer, con algo motivado por el deseo. Y la verdad es que, de saltarse páginas a leer versiones resumidas o, peor aún, leer el resumen de alguien más en Internet, es preferible saltarse páginas, pero tener una lectura y opinión propia.

3.     El derecho a no terminar un libro
Hay mil y un razones para no terminar un libro y, dejando a un lado lo circunstancial de la vida, puede ser porque no me gustó, porque no le entendí, porque tiene un lenguaje rebuscado con el que no estoy familiarizado, porque es pésimo, porque….En resumen, hay que buscar lecturas que motiven nuestros propios gustos. Y no debemos sentirnos mal si no comprendemos a un autor, éste puede esperarnos el tiempo que sea necesario.

4.     El derecho a releer
Releer, por ejemplo, el libro que no entendí hace años, releer sin saltarme páginas, releer por comprobación (luego entendemos lo que queremos o hasta cambiamos las historias), releer por el placer de la repetición, releer con otra mirada, desde otro ángulo.

5.     Derecho a leer cualquier cosa
Sabemos que en gustos se rompen géneros, pero no todo se lo podemos adjudicar al gusto, es decir, se dice que hay buenas y malas lecturas desde distintos puntos de vista. Y se recomienda a los autores que tienen un compromiso con su escritura y no con su billetera, quienes buscan un estilo estético y no quien sigue una fórmula best seller, como hacen en las telenovelas, que tienen un éxito asegurado. No obstante, cuando alguien comienza a leer de cero y se emociona más con lecturas “comerciales” más vale no molestarlo, pues si sigue leyendo ya elegirá, poco a poco, qué más le resulta interesante.

6.     Derecho al bovarismo (enfermedad de transmisión textual)
Para entender de lleno el término bovarismo habría que remontarse a la novela Madame Bovary, de Gustav Flaubert. En palabras de Pennac, es “la satisfacción inmediata y exclusiva de nuestras sensaciones: la imaginación brota, los nervios se agitan, el corazón se acelera, la adrenalina sube, se producen identificaciones por doquier, y el cerebro confunde lo cotidiano con lo novelesco”.  Esto es, lo que nos provocan las historias rosas, de vampiros, de terror, policíacas o cualquier otro género que nos impacta y nos llega a obsesionar. Es válido, es un derecho.

7.     El derecho a leer en cualquier lugar
Ya que debe ser un placer, cada quien puede hacerlo donde mejor le venga en gana. Recuerdo que mi madre me regañaba por leer de noche con una pequeña linterna debajo de las sábanas; decía que era hora de dormir y además que me echaría a perder la vista. Ella tenía razón, pero yo también, pues me resultaba mucho más emocionante leer a escondidas, sabiendo que todos estaban dormidos y que lo tenía prohibido. Ulises Lima, personaje de Bolaño en Los detectives salvajes leía bajo la ducha; por un tiempo nadie sabía por qué sus libros siempre estaban húmedos e hinchados en una ciudad en que no llovía, hasta que otro personaje lo descubre en el baño tallándose con un mano y sosteniendo un libro de poesía con la otra. Es un derecho, cada quien sus manías.

8.     Derecho a hojear
 Como el derecho a saltarse páginas, el derecho a hojear implica hacer una lectura caprichosa, como picar un poco de una gran comida, o robar un poco de betún del pastel cuando nadie está mirando. Es disfrutar de una probadita.

9.     Derecho a leer en voz alta
Como cuando me escondía bajo las sábanas para leer de noche con la satisfacción de que rompía las reglas, también solía sentar a mis muñecas y monos de peluche en mi habitación y leerles en voz alta mis pasajes preferidos, juego que se terminaba si alguien llegaba a casa, pues el placer se producía únicamente si me encontraba sola. En la escuela nos obligaban a leer en silencio, comprender en silencio. Leer en voz alta también puede ser un acto transgresor. El poeta Vicente Huidobro se enlistó, sin que lo requirieran (pues era chileno) en el lado republicano de la guerra civil española, y cuentan que le gustaba subirse a los tanques de guerra y desde encima de éstos leer poesía en voz alta, qué digo en voz alta, gritando, como acto de protesta. Tal vez en nuestras bibliotecas no estén de acuerdo con este derecho, pero como acción de compartir con los demás una lectura que nos ha fascinado es totalmente lícito.

10.  Derecho a callarnos
Pennac lo dice mejor que yo:
“El hombre construye casas porque está vivo, pero escribe libros porque se sabe mortal. Vive en grupo porque es gregario, pero lee porque se sabe solo. Esta lectura es para él una compañía que no ocupa el lugar de ninguna otra pero que ninguna otra compañía podría sustituir. No le ofrece ninguna explicación definitiva sobre su destino pero teje una apretada red de connivencias que expresan la paradójica dicha de vivir a la vez que iluminan la absurdidad trágica de la vida. De manera que nuestras razones para leer son tan extrañas como nuestras razones para vivir. Y nadie tiene poderes para pedirnos cuentas sobre esa intimidad.”

En resumidas cuentas, leamos cuando y de la manera que queramos, leer también es un acto de libertad. 

Metrópolis, octubre 2010
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2010/10/libros-para-leer-en-libertad.html

Los pasos omisos de la Independencia

En este año de festejo del Bicentenario de la Independencia de México hago un intento por releer algo de Historia. Mis intenciones hasta ahora han sido vanas porque, para empezar, leo por la noche, cuando ya estoy muy cansada y ningún café cargado logra que mantenga la concentración adecuada para fijar en mi mente tantos datos, tantos nombres y tantas fechas.

Hago entonces otro intento (casi igual de vano) por recordar lo que aprendí en la primaria acerca de la Independencia. Con un poco de lamento rememoro que me explicaron y contaron muy poco, y más bien hice resúmenes o memoricé de un día para otro datos que fueron vaciados en exámenes, los mismos que seguramente mi memoria a corto plazo desechó después de aprobar la materia.

A mi mente vienen las imágenes de las estampillas compradas en la papelería, de las cuales me pedían copiar el texto del reverso. En ellas aparecían, por ejemplo, un Hidalgo con un estandarte de la virgen de Guadalupe bien en alto, con expresión enérgica, dando el famoso grito de Dolores; un Morelos con pañoleta roja en la cabeza, de expresión también enérgica o una Josefa Ortíz de Domínguez, peinada con un chongo y vestida de colores oscuros.

Luego me acordé que si bien la mayoría de mis profesores siguieron la exigencia del “macheteo”, hubo uno en secundaria que se le ocurrió hacer un viaje de estudios en el que visitaríamos distintos lugares por donde pasaron los insurgentes. Fuimos con el maestro de pueblo en pueblo por todo Guanajuato, y además de probar nieves de aguacate y de tequila en Dolores, comprar zapatos en León, cajeta en Celaya y visitar a las momias y el callejón del beso en la capital del estado, también nos fue narrando la historia de Independencia mientras nos trasladábamos por carretera de un punto a otro.

A decir verdad, lo que recuerdo con más claridad, tal vez por los tintes inverosímiles del relato, fue la parte donde “el Pípila” usa una losa ancha como protector antibalas para llegar casi a gatas a quemar la puerta de la Alhóndiga de Granaditas. Pero el dato más impactante que me quedó grabado, tal vez por lo sádico, fue que en ese mismo sitio, unos meses después, estuvieron expuestas en jaulas de hierro las cabezas de Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez, con una inscripción que decía “insignes fascinerosos y primeros cabecillas de la revolución”. Del resto de los acontecimientos, si he de ser sincera (tenía 14 años), no almacené nada que pueda mencionar.

Me quedo pensando en lo que el común de los mexicanos aprendemos realmente sobre la historia de nuestro país. Pregunto a mi sobrino de 8 años si sabe quién fue Hidalgo. Me responde que por supuesto que sabe, que es uno de los héroes que lucharon por la patria, que era cura y que estaba pelón, pero que a los lados tenía cabellos largos y blancos. Su respuesta me indica que en materia educativa no ha habido muchos cambios en 20 años.

Sin embargo, entre mis recuerdos no todo está perdido. Si de alguien aprendí (o mejor dicho desaprendí) del periodo de Independencia fue de Jorge Ibargüengoitia. Tiene un humor negro y satiriza de tal modo los hechos históricos que es imposible aburrirse. Y no es que crea que lo que escribe este autor sea la verdad y nada más que la verdad, pues se trata de literatura, pero de literatura documentada, que precisamente juega a desacralizar la historia oficial, de quitarle el halo heroico que nos mostraron los libros de texto.

Ibargüengoitia presenta en su novela Los pasos de López la vida de Miguel Hidalgo, aunque como buena sátira no lo llama así, sino padre Periñón. Y es que la literatura, como espacio ficcional, es idónea para la crítica. En esta obra podemos seguir los pasos de un “Hidalgo” más humano y menos héroe, más empresario y político que cura; mujeriego, astuto, inclinado a la bohemia y al arte; un hombre que se vio envuelto en una serie de circunstancias que en buena medida lo empujaron a terminar siendo, para bien o para mal, “el padre de la patria”. Podemos leer textos históricos serios (o lo que se entienda por serios), pero luego de leer la ficción de Ibargüengoitia no se puede volver a leer la Historia de México sin dudar de ella. 

Metrópolis, septiembre 2010
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2010/09/libros-los-pasos-omisos-de-la.html

18 para los 18

A los jóvenes no les interesa leer. A muchos adultos tampoco, claro está ¿Por qué? Las razones son muchas, pero en general podemos decir que la lectura no es algo que se fomente en casa ni en la escuela.

Aquí saltarán unos cuantos maestros: pero si les pedimos de todas las formas posibles que lean lo que viene en el programa ¿cómo dicen que no fomentamos la lectura? Lo que sucede es que la palabra “fomento” no tiene que ver con otros términos como “exigencia”, ni mucho menos con “obligación escolar”.

Cuando pienso en la palabra “fomentar” surge una cadena de asociaciones en donde lo que más se acerca es “contagiar el gusto por”. Por obvias razones, nadie puede contagiar algo que no tiene. ¿Cómo transmitirle a otro que una historia es fascinante? De ahí que no importe si un maestro estudia bien su lección y les dice a los alumnos de qué trata, qué es importante resaltar y todo lo que haya visto en su guía de clase. Las más de las veces resulta aburridísimo escuchar a alguien que no transmite una emoción, pero las más de las veces, también, para el profesor es una obligación más.

Recursos para lograr este contagio son tantos como los que la imaginación de cada uno alcance, es decir, no hay una serie de pasos a seguir que aseguren el éxito. No obstante, sí hay ciertas circunstancias que pueden ser tomadas en cuenta. Una de ellas es estar consciente de que las generaciones van cambiando y a los jóvenes de ahora tal vez no les interese lo mismo que a uno cuando tuvo esa edad, mucho menos si se trata de formarles un hábito que no tienen.

Michèle Petit, en su libro Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura (FCE, 1999) nos comparte su experiencia con jóvenes de barrios marginales en Francia, para los cuales la lectura significó un cambio profundo en sus vidas. Petit intenta comprender cómo es que un sujeto encuentra, en la frecuentación de la palabra escrita, la posibilidad de construir el sentido de su vida y participar en el mundo.

Por su parte, Charles Sarland en La lectura en los jóvenes: cultura y respuesta (FCE, 2003), abre un entretenido debate acerca del fracaso en la formación de lectores en los programas académicos y propone elegir obras consideradas como literatura “chatarra” o “menor”, para primero atraer la atención de los jóvenes y, a partir de ahí, trabajarlas reflexivamente para obtener tan buenos resultados como se lograría con otras obras.

Otra propuesta es la colección 18 para los 18, que recién publicó Fondo de Cultura Económica. Son 18 novelas breves en un conjunto de 6 libros, que se pueden conseguir por separado o en paquete, precisamente para jóvenes de 18 en adelante. Una selección bastante atinada que reúne una diversidad de temas y varios de los mejores autores mexicanos. La muestra va desde lo más emblemático de nuestra literatura (pasando por lo irreverente), hasta lo poco difundido. 

Obras incluidas en 18 para los 18

Elsinore, un cuaderno, de Salvador Elizondo
Querido Diego, te abraza Quiela, de Elena Poniatowska
Anónimo, de Ignacio Solares
Soledad, de Rubén Salazar Mallén
El solitario atlántico, de Jorge López Páez
Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibargüengoitia
William Pescador, de Christopher Domínguez Michael
Educar a los topos, de Guillermo Fadanelli
Las hojas muertes, de Bárbara Jacobs
Aura, de Carlos Fuentes
El libro salvaje, de Juan Villoro
Ninguna eternidad como la mía, de Ángeles Mastretta
Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco
La gaviota, de Juan García Ponce
El complot mongol, de Rafael Bernal
La tumba, de José Agustín
La muerte del instalador, de Álvaro Enrigue
El apando, de José Revueltas

Metrópolis, agosto 2010
 http://revistametropolis1.blogspot.mx/2010/08/libros-llega-la-coleccion-18-para-los.html