jueves, 5 de abril de 2012

El verbo leer no soporta imperativos o los derechos del lector

Y aquí voy otra vez. ¿Qué libro recomendar? Por asociación, pienso en todos los que no leen o leen por obligación. Recuerdo entonces un libro que habla del suplicio que significa tener que leer cuando no quieres hacerlo.

El libro al que me refiero es Como un novela, del escritor francés Daniel Pennac. En ella narra, como si fuera una novela, distintas experiencias de lectura desde la infancia, y en algunos apartados aprovecha para hacer algunas recomendaciones en la formación de lectores. Lo que aquí me gustaría comentar es su decálogo del lector. Pennac presenta los diez derechos de todo lector que se precie de serlo, con los que busca, entre otras cosas, alejar a la lectura de algunos prejuicios comunes, así como de la solemnidad con la que algunos tratan el tema, como el creer que sólo leen los que estudian mucho, los que no tienen gran vida social, los que tienen mucho tiempo libre o, como dirían muchos jóvenes, que es una actividad “como aburrida, ¿no?”

Aquí les van los derechos del lector, o bien, lo que todo el que inicia en la lectura debe saber acerca de lo que hacen los lectores.

1.     El derecho a no leer
Negarse a leer si se quiere. La lectura tendría que ser una necesidad, no algo que te hará ver bien ni te hará respetable. El que es lector no lee todo el tiempo, ni con continuidad, sino que suele tener periodos en que no puede o simplemente no quiere leer. Suele creerse que la lectura “humaniza al hombre”, y eso sucede en la mayoría de los casos, aunque debemos aceptar que hay deprimentes excepciones. Pensar que la lectura es un deber es otorgarle casi una obligación moral y no es así; también se lee por diversión, por entretenimiento, por evasión y por más.

2.     El derecho a saltarse páginas
Como ya decíamos, leer no es un deber, ni mucho menos un sacrificio en el que se tengan que leer todas y cada una de las páginas. Sería más sencillo habituarse a leer si esta actividad se asociara con el placer, con algo motivado por el deseo. Y la verdad es que, de saltarse páginas a leer versiones resumidas o, peor aún, leer el resumen de alguien más en Internet, es preferible saltarse páginas, pero tener una lectura y opinión propia.

3.     El derecho a no terminar un libro
Hay mil y un razones para no terminar un libro y, dejando a un lado lo circunstancial de la vida, puede ser porque no me gustó, porque no le entendí, porque tiene un lenguaje rebuscado con el que no estoy familiarizado, porque es pésimo, porque….En resumen, hay que buscar lecturas que motiven nuestros propios gustos. Y no debemos sentirnos mal si no comprendemos a un autor, éste puede esperarnos el tiempo que sea necesario.

4.     El derecho a releer
Releer, por ejemplo, el libro que no entendí hace años, releer sin saltarme páginas, releer por comprobación (luego entendemos lo que queremos o hasta cambiamos las historias), releer por el placer de la repetición, releer con otra mirada, desde otro ángulo.

5.     Derecho a leer cualquier cosa
Sabemos que en gustos se rompen géneros, pero no todo se lo podemos adjudicar al gusto, es decir, se dice que hay buenas y malas lecturas desde distintos puntos de vista. Y se recomienda a los autores que tienen un compromiso con su escritura y no con su billetera, quienes buscan un estilo estético y no quien sigue una fórmula best seller, como hacen en las telenovelas, que tienen un éxito asegurado. No obstante, cuando alguien comienza a leer de cero y se emociona más con lecturas “comerciales” más vale no molestarlo, pues si sigue leyendo ya elegirá, poco a poco, qué más le resulta interesante.

6.     Derecho al bovarismo (enfermedad de transmisión textual)
Para entender de lleno el término bovarismo habría que remontarse a la novela Madame Bovary, de Gustav Flaubert. En palabras de Pennac, es “la satisfacción inmediata y exclusiva de nuestras sensaciones: la imaginación brota, los nervios se agitan, el corazón se acelera, la adrenalina sube, se producen identificaciones por doquier, y el cerebro confunde lo cotidiano con lo novelesco”.  Esto es, lo que nos provocan las historias rosas, de vampiros, de terror, policíacas o cualquier otro género que nos impacta y nos llega a obsesionar. Es válido, es un derecho.

7.     El derecho a leer en cualquier lugar
Ya que debe ser un placer, cada quien puede hacerlo donde mejor le venga en gana. Recuerdo que mi madre me regañaba por leer de noche con una pequeña linterna debajo de las sábanas; decía que era hora de dormir y además que me echaría a perder la vista. Ella tenía razón, pero yo también, pues me resultaba mucho más emocionante leer a escondidas, sabiendo que todos estaban dormidos y que lo tenía prohibido. Ulises Lima, personaje de Bolaño en Los detectives salvajes leía bajo la ducha; por un tiempo nadie sabía por qué sus libros siempre estaban húmedos e hinchados en una ciudad en que no llovía, hasta que otro personaje lo descubre en el baño tallándose con un mano y sosteniendo un libro de poesía con la otra. Es un derecho, cada quien sus manías.

8.     Derecho a hojear
 Como el derecho a saltarse páginas, el derecho a hojear implica hacer una lectura caprichosa, como picar un poco de una gran comida, o robar un poco de betún del pastel cuando nadie está mirando. Es disfrutar de una probadita.

9.     Derecho a leer en voz alta
Como cuando me escondía bajo las sábanas para leer de noche con la satisfacción de que rompía las reglas, también solía sentar a mis muñecas y monos de peluche en mi habitación y leerles en voz alta mis pasajes preferidos, juego que se terminaba si alguien llegaba a casa, pues el placer se producía únicamente si me encontraba sola. En la escuela nos obligaban a leer en silencio, comprender en silencio. Leer en voz alta también puede ser un acto transgresor. El poeta Vicente Huidobro se enlistó, sin que lo requirieran (pues era chileno) en el lado republicano de la guerra civil española, y cuentan que le gustaba subirse a los tanques de guerra y desde encima de éstos leer poesía en voz alta, qué digo en voz alta, gritando, como acto de protesta. Tal vez en nuestras bibliotecas no estén de acuerdo con este derecho, pero como acción de compartir con los demás una lectura que nos ha fascinado es totalmente lícito.

10.  Derecho a callarnos
Pennac lo dice mejor que yo:
“El hombre construye casas porque está vivo, pero escribe libros porque se sabe mortal. Vive en grupo porque es gregario, pero lee porque se sabe solo. Esta lectura es para él una compañía que no ocupa el lugar de ninguna otra pero que ninguna otra compañía podría sustituir. No le ofrece ninguna explicación definitiva sobre su destino pero teje una apretada red de connivencias que expresan la paradójica dicha de vivir a la vez que iluminan la absurdidad trágica de la vida. De manera que nuestras razones para leer son tan extrañas como nuestras razones para vivir. Y nadie tiene poderes para pedirnos cuentas sobre esa intimidad.”

En resumidas cuentas, leamos cuando y de la manera que queramos, leer también es un acto de libertad. 

Metrópolis, octubre 2010
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2010/10/libros-para-leer-en-libertad.html

Los pasos omisos de la Independencia

En este año de festejo del Bicentenario de la Independencia de México hago un intento por releer algo de Historia. Mis intenciones hasta ahora han sido vanas porque, para empezar, leo por la noche, cuando ya estoy muy cansada y ningún café cargado logra que mantenga la concentración adecuada para fijar en mi mente tantos datos, tantos nombres y tantas fechas.

Hago entonces otro intento (casi igual de vano) por recordar lo que aprendí en la primaria acerca de la Independencia. Con un poco de lamento rememoro que me explicaron y contaron muy poco, y más bien hice resúmenes o memoricé de un día para otro datos que fueron vaciados en exámenes, los mismos que seguramente mi memoria a corto plazo desechó después de aprobar la materia.

A mi mente vienen las imágenes de las estampillas compradas en la papelería, de las cuales me pedían copiar el texto del reverso. En ellas aparecían, por ejemplo, un Hidalgo con un estandarte de la virgen de Guadalupe bien en alto, con expresión enérgica, dando el famoso grito de Dolores; un Morelos con pañoleta roja en la cabeza, de expresión también enérgica o una Josefa Ortíz de Domínguez, peinada con un chongo y vestida de colores oscuros.

Luego me acordé que si bien la mayoría de mis profesores siguieron la exigencia del “macheteo”, hubo uno en secundaria que se le ocurrió hacer un viaje de estudios en el que visitaríamos distintos lugares por donde pasaron los insurgentes. Fuimos con el maestro de pueblo en pueblo por todo Guanajuato, y además de probar nieves de aguacate y de tequila en Dolores, comprar zapatos en León, cajeta en Celaya y visitar a las momias y el callejón del beso en la capital del estado, también nos fue narrando la historia de Independencia mientras nos trasladábamos por carretera de un punto a otro.

A decir verdad, lo que recuerdo con más claridad, tal vez por los tintes inverosímiles del relato, fue la parte donde “el Pípila” usa una losa ancha como protector antibalas para llegar casi a gatas a quemar la puerta de la Alhóndiga de Granaditas. Pero el dato más impactante que me quedó grabado, tal vez por lo sádico, fue que en ese mismo sitio, unos meses después, estuvieron expuestas en jaulas de hierro las cabezas de Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez, con una inscripción que decía “insignes fascinerosos y primeros cabecillas de la revolución”. Del resto de los acontecimientos, si he de ser sincera (tenía 14 años), no almacené nada que pueda mencionar.

Me quedo pensando en lo que el común de los mexicanos aprendemos realmente sobre la historia de nuestro país. Pregunto a mi sobrino de 8 años si sabe quién fue Hidalgo. Me responde que por supuesto que sabe, que es uno de los héroes que lucharon por la patria, que era cura y que estaba pelón, pero que a los lados tenía cabellos largos y blancos. Su respuesta me indica que en materia educativa no ha habido muchos cambios en 20 años.

Sin embargo, entre mis recuerdos no todo está perdido. Si de alguien aprendí (o mejor dicho desaprendí) del periodo de Independencia fue de Jorge Ibargüengoitia. Tiene un humor negro y satiriza de tal modo los hechos históricos que es imposible aburrirse. Y no es que crea que lo que escribe este autor sea la verdad y nada más que la verdad, pues se trata de literatura, pero de literatura documentada, que precisamente juega a desacralizar la historia oficial, de quitarle el halo heroico que nos mostraron los libros de texto.

Ibargüengoitia presenta en su novela Los pasos de López la vida de Miguel Hidalgo, aunque como buena sátira no lo llama así, sino padre Periñón. Y es que la literatura, como espacio ficcional, es idónea para la crítica. En esta obra podemos seguir los pasos de un “Hidalgo” más humano y menos héroe, más empresario y político que cura; mujeriego, astuto, inclinado a la bohemia y al arte; un hombre que se vio envuelto en una serie de circunstancias que en buena medida lo empujaron a terminar siendo, para bien o para mal, “el padre de la patria”. Podemos leer textos históricos serios (o lo que se entienda por serios), pero luego de leer la ficción de Ibargüengoitia no se puede volver a leer la Historia de México sin dudar de ella. 

Metrópolis, septiembre 2010
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2010/09/libros-los-pasos-omisos-de-la.html

18 para los 18

A los jóvenes no les interesa leer. A muchos adultos tampoco, claro está ¿Por qué? Las razones son muchas, pero en general podemos decir que la lectura no es algo que se fomente en casa ni en la escuela.

Aquí saltarán unos cuantos maestros: pero si les pedimos de todas las formas posibles que lean lo que viene en el programa ¿cómo dicen que no fomentamos la lectura? Lo que sucede es que la palabra “fomento” no tiene que ver con otros términos como “exigencia”, ni mucho menos con “obligación escolar”.

Cuando pienso en la palabra “fomentar” surge una cadena de asociaciones en donde lo que más se acerca es “contagiar el gusto por”. Por obvias razones, nadie puede contagiar algo que no tiene. ¿Cómo transmitirle a otro que una historia es fascinante? De ahí que no importe si un maestro estudia bien su lección y les dice a los alumnos de qué trata, qué es importante resaltar y todo lo que haya visto en su guía de clase. Las más de las veces resulta aburridísimo escuchar a alguien que no transmite una emoción, pero las más de las veces, también, para el profesor es una obligación más.

Recursos para lograr este contagio son tantos como los que la imaginación de cada uno alcance, es decir, no hay una serie de pasos a seguir que aseguren el éxito. No obstante, sí hay ciertas circunstancias que pueden ser tomadas en cuenta. Una de ellas es estar consciente de que las generaciones van cambiando y a los jóvenes de ahora tal vez no les interese lo mismo que a uno cuando tuvo esa edad, mucho menos si se trata de formarles un hábito que no tienen.

Michèle Petit, en su libro Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura (FCE, 1999) nos comparte su experiencia con jóvenes de barrios marginales en Francia, para los cuales la lectura significó un cambio profundo en sus vidas. Petit intenta comprender cómo es que un sujeto encuentra, en la frecuentación de la palabra escrita, la posibilidad de construir el sentido de su vida y participar en el mundo.

Por su parte, Charles Sarland en La lectura en los jóvenes: cultura y respuesta (FCE, 2003), abre un entretenido debate acerca del fracaso en la formación de lectores en los programas académicos y propone elegir obras consideradas como literatura “chatarra” o “menor”, para primero atraer la atención de los jóvenes y, a partir de ahí, trabajarlas reflexivamente para obtener tan buenos resultados como se lograría con otras obras.

Otra propuesta es la colección 18 para los 18, que recién publicó Fondo de Cultura Económica. Son 18 novelas breves en un conjunto de 6 libros, que se pueden conseguir por separado o en paquete, precisamente para jóvenes de 18 en adelante. Una selección bastante atinada que reúne una diversidad de temas y varios de los mejores autores mexicanos. La muestra va desde lo más emblemático de nuestra literatura (pasando por lo irreverente), hasta lo poco difundido. 

Obras incluidas en 18 para los 18

Elsinore, un cuaderno, de Salvador Elizondo
Querido Diego, te abraza Quiela, de Elena Poniatowska
Anónimo, de Ignacio Solares
Soledad, de Rubén Salazar Mallén
El solitario atlántico, de Jorge López Páez
Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibargüengoitia
William Pescador, de Christopher Domínguez Michael
Educar a los topos, de Guillermo Fadanelli
Las hojas muertes, de Bárbara Jacobs
Aura, de Carlos Fuentes
El libro salvaje, de Juan Villoro
Ninguna eternidad como la mía, de Ángeles Mastretta
Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco
La gaviota, de Juan García Ponce
El complot mongol, de Rafael Bernal
La tumba, de José Agustín
La muerte del instalador, de Álvaro Enrigue
El apando, de José Revueltas

Metrópolis, agosto 2010
 http://revistametropolis1.blogspot.mx/2010/08/libros-llega-la-coleccion-18-para-los.html

Extrañas amistades

Todos moriremos algún día, lo sabemos. Y aunque es lo único de lo que estamos seguros en la vida, no deja ni dejará de sorprendernos la muerte. Cosa curiosa resulta cuando muere uno de nuestros escritores “de cabecera”, pues con regularidad se trata de hombres o mujeres que se fueron haciendo entrañables para nosotros a través de la lectura.

La relación autor-lector suele ser extraña, pese a ser indirecta (rara vez se da el caso de que un lector cualquiera conozca en persona al autor que admira y que ambos entablen una amistad), se siente, inevitablemente, un vacío cuando nos avisan que ese hombre, esa mujer, que parecía escribir sólo para mí, sólo para ti, ya no lo hará más. Puede incluso llegar a doler más que cuando nos anuncian que ha muerto el vecino o el tío aquel que casi nunca veíamos.

Y es porque con algunos autores, por medio de sus libros, sentimos más cercanía que con muchos que, literalmente, o mejor dicho, físicamente, están cerca. La lectura, esta unión silenciosa entre quien escribe y quien lee, suele proporcionarnos, entre otras cosas, fascinación, ternura, reflexión, alegría, tristeza, adicción, esperanza, identificación, emociones que no siempre se dan en las relaciones cotidianas, o que al menos no se dan en la forma en que la literatura lo logra.

Hace algunos días, un amigo me llamó temprano para avisarme que José Saramago acababa de morir. A partir de ahí comencé a recordar en qué momentos había leído al Nóbel portugués y qué era lo que me había hecho sentir y pensar, como ponderando si lo tengo considerado entre “mis cercanos”.

Volví al libro que recordaba, según yo, con más claridad: El ensayo sobre la ceguera. Con la lectura, mis sorpresas fueron varias, en primer lugar, que no había tanta claridad en mis recuerdos, pues me había quedado sólo con la anécdota; segundo, me topé con partes que “vi con otros ojos”, frases que retumbaron en mí de manera diferente a la primera lectura que hice algunos años atrás.

Y es que eso es precisamente, creo, lo que hace a un escritor como a un amigo, el hecho de que se pueda leer y releer y en cada ocasión nos diga detalles distintos, tanto así, que sentimos que casi lo conocemos, o bien, sentir que él nos conocía y por ello escribió ciertas palabras. Eso es también lo que convierte a un autor en un clásico, la vigencia de sus mensajes.  

Dos días después de la noticia me enteré que Carlos Monsivaís también se fue para siempre. Más tarde salí al banco y en la fila había una persona que leía a Saramago; me contuve de preguntarle si ya estaba enterado o si era pura casualidad. No hay mejor publicidad para un escritor que morirse. Se hacen reediciones de sus obras, placas conmemorativas y ensayística de ocasión; este auge postmortem atrae nuevos lectores, muchas veces movidos por el morbo de saber qué hacía un difunto tan comentado.

Estos autores tuvieron en común una postura contestataria: el portugués desde el comunismo militante, el mexicano desde la crítica social de la política, ambos crearon propuestas estéticas originales sin apartarse de un compromiso ético público. Ahora descansan, nos quedan sus obras para seguir cultivando estas extrañas amistades que, debido a la escritura y la lectura, pueden prevalecer aún después de la muerte. 

Metrópolis, julio 2010
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2010/07/libros-extranas-amistades.html

80 años del TIM


La fascinación de don Isauro por la mezcla de culturas -muy propia de la región- se ve reflejada en el frontis de aspecto medieval, cuyo vitral contiene un medallón con una bailarina del tipo music hall -tan de moda en aquel entonces- enmarcado en un arco islámico. Por otra parte, las guirnaldas laterales responden a las características del estilo art noveau.
Orellana, Laura, Teatro Isauro Martínez, Fineo, 2005

La Laguna cuenta con un inmueble de características extraordinarias en el contexto de la arquitectura en México. Es el teatro Isauro Martínez, cuya composición física integra un aire medieval con tendencias orientales, neogóticas y noveau. En la esquina de Matamoros y Galeana tenemos una construcción que reúne elementos estéticos de distintas culturas del planeta, como una condensación material de tiempos y espacios lejanos; este año 2010 celebramos su 80 aniversario.

Hace cinco años, con motivo del 75 aniversario, se publicó la historia de este recinto artístico de los laguneros: Teatro Isauro Martínez, Patrimonio de los mexicanos. Es sin duda la obra documental más completa dedicada a difundir el valor artístico e histórico del TIM.

Aquí se incluyen, además de una breve semblanza de la historia de Torreón, datos pormenorizados y anécdotas que documentan los antecedentes que marcarían el camino para la construcción de uno de los teatros más bellos del país: la carpa Pathé, el Cine Imperio y el teatro Princesa, empresas en que don Isauro Martínez hizo sus pininos como promotor de espectáculos y precursor de la infraestructura cultural de nuestra ciudad.

Los esfuerzos realizados en dichas empresas desembocaron en la capitalización necesaria, en experiencia y finanzas, para levantar el teatro sobre las cenizas del Cine Imperio, después de un incendio que lo arrasó (aprovechando el hecho adverso para ampliar la superficie de construcción y la capacidad en asientos).

Fue el 7 de marzo de 1930 cuando empezó a funcionar el teatro con el mismo nombre que actualmente tiene; la inauguración, con todos los elementos de pompa y fiesta, fue un suceso que atrajo la atención de la comunidad entera.

La investigación histórica, realizada por Laura Orellana y colaboradores, refleja la diversidad de usos y espectáculos que tenían lugar tanto en el teatro Isauro como en sus antecesores y competidores, cuando la Laguna era algo así como un hervidero multicultural: una región cosmopolita y ya globalizada (aunque tal vez este término no se usaba entonces); también registra el declive de la empresa cultural en su primera etapa, su abandono y resurgimiento.

Una narrativa amena y sencilla conduce al lector por una trayectoria de esplendores, olvidos y relevos gestionarios que signaron el destino del TIM: no sólo permanecer como sólido testimonio del sincretismo y apertura cultural de nuestros ancestros, sino el mantener sus puertas abiertas para la expresión artística y el encuentro de grupos e instituciones.

El libro está dividido en diez apartados, cuenta con una amplia selección de fotografías de época y excelentes retratos contemporáneos de los espacios, detalles decorativos y murales que tanto distinguen al inmueble (obra del pintor valenciano Salvador Tarazona). El bagaje documental es riguroso: hemerografía, iconografía, archivo e historia oral se combinan para describir las huellas que en el tiempo ha dejado este patrimonio de los mexicanos.

Estemos atentos a los festejos y actividades que este año ofrece el TIM en su 80 aniversario.

Metrópolis, abril 2010
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2010/04/80-anos-del-tim.html

Letras de violencia cotidiana

Polvo Rojo, escrito por Daniel Herrera, es un volumen con una selección de catorce cuentos escritos entre 1999 y 2008. La publicación forma parte de la Biblioteca de cuento contemporáneo, de Ficticia Editorial, en colaboración con el Ayuntamiento de Torreón (2006-09). 

Además del título y la portada, basta leer la dedicatoria para imaginar de qué tratará el libro: “Para Torreón y su nota roja”. En efecto, los cuentos de Daniel se alimentan de pasmosas situaciones que son moneda corriente en las páginas policíacas de periódicos y revistas sensacionalistas, aunque las escruta desde el punto de vista interno, de los personajes, recreando el momento previo de los sucesos que a menudo nos impactan por su crudeza a través de los medios.

Pero no se refiere a la fuente propiamente delincuencial del subgénero periodístico, marcado a últimas fechas por la balacera y la decapitación; la prosa de Polvo Rojo acude a la trama cotidiana de gente aparentemente común, donde se producen imprevistos hechos de sangre o escándalos relacionados a la perversión sexual, ya sea a partir de narradores en primera o tercera persona, o bien de personajes que enlazan, de manera paradójica y sugerente, la elocuencia del discurso escrito con la terrible inconciencia de conductas histéricas o de plano sociópatas.

En la narrativa de Polvo Rojo hay algunas características: espacios marcados por la pobreza; violencia y asesinato en el contexto barrial y doméstico; prostitutas; horror psicológico vinculado a la coexistencia familiar; varones con una fijación por las piernas femeninas, prototipo del agresor sexual. El lector proclive a la nota roja encontrará en este libro su gusto hecho literatura. 

El argumento literario en estos cuentos incluye desde el absurdo fantasioso hasta la figuración sociológicamente plausible.

Ejemplo de lo primero es “Mono-grafía”, cuyo personaje es una especie de mutilado psíquico que se considera a sí mismo un artista conceptual, quien compra un mono con el que “quería hacer un texto, o un video, o un corto, o unas fotografías, o una obra de teatro, o una pintura, o un performance, o una instalación” usando al animal…; el desarrollo del cuento es divertido, pero lo torcido de la imaginación socio-literaria de Daniel lleva las situaciones a una expresión límite: la zoofilia.

Por la parte de las figuraciones plausibles son varias las piezas, de hecho la mayoría. En “La destrucción y el orden”, un reportero agobiado por los recortes laborales en su empresa sube a un taxi del que no sabe cómo bajará, mientras hace un repaso de las dificultades que enfrenta en su vida familiar.

En “Como si Dios estuviera sonriendo”, un desempleado casi treintañero, insomne irremediable que vive con su madre y su engorroso abuelo, se encuentra por la mañana con un día “luminoso, claro y confiable”, momento en que es lanzado a buscar, muy a pesar suyo, algún quehacer productivo; el personaje diseña una estrategia cortoplacista que lo lleva a descubrir las extrañas tentaciones que, estando recluido en casa, talvez hubieran pasado por alto.  

Algunos cuentos terminan con elipsis casi obvias, pero que al evitar la descripción de los desenlaces violentos, pareciera que el autor le dice al lector: “suscriba aquí la noción de escándalo de su preferencia” (“El viejo y la niña”); o talvez: “anote aquí el tipo de golpiza que tenga a bien imaginar” (“La destrucción y el orden”).

El espacio ficcional es muy lagunero, como su autor, quién también tiene publicada la novela Con las piernas ligeramente separadas.

Metrópolis, febrero 2010
 http://revistametropolis1.blogspot.mx/2010/02/libros-polvo-rojo.html




A sol y sombra. Reseña


A sol y sombra*


Aprendí que la pelota nunca viene a uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en la vida, sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no suele ser lo que se dice derecha.
Albert Camus

A propósito de tanto fútbol, Eduardo Galeano publicó en 1995 un libro sobre este apasionante tema que vale comentar (está disponible la edición aumentada de 2008, de Siglo XXI Editores).

El autor, conocido por su muy leído Las venas abiertas de América Latina, declara en relación a este título que ha querido hacer con las manos lo que nunca pudo hacer con las piernas. Se trata de un homenaje literario del que no están exentos la crítica y la acotación humorística.

El texto contiene metáforas del fenómeno futbolístico, descripciones de goles y jugadas memorables realizadas por los grandes en la historia del balompié suramericano y mundial; explora los principios y ubica las reglas que orientan al juego; cuestiona tanto los manejos del poder tecnocrático en las organizaciones que controlan este deporte a nivel internacional, como el elogio utilitario de la trampa y las faltas invisibles que se dan en la cancha; comenta las supersticiones comunes alrededor de las posibilidades de ganar y perder; contextualiza los acontecimientos político-sociales que paralelamente impactaron la memoria de los grandes eventos futbolísticos como los mundiales y las copas continentales; sin olvidar el influjo benéfico que aporta la anécdota a partir de recuerdos y declaraciones.

El lector de El Fútbol… no encontrará un desarrollo sistemático, ni un estudio erudito del fenómeno pambolero, sino una suerte de colage, por definición fragmentario, con breves piezas textuales que refieren a un tópico, a un suceso o a un personaje, secuenciadas no necesariamente de manera cronológica, pero sí temática, con abundantes fuentes periodísticas.

Del diverso abanico de nombres resalta, para los gustosos de la literatura, el pequeño pasaje de Camus, quien fue portero en el equipo de la Universidad de Argel, incluyéndose la cita que abre a manera de epígrafe la presente reseña: “Se había acostumbrado a jugar de guardameta desde niño, porque ése era el puesto donde menos se gastaban los zapatos. Hijo de casa pobre, Camus no podía darse el lujo de correr por las canchas: cada noche, la abuela le revisaba las suelas y le pegaba una paliza si las encontraba gastadas […]. También aprendió a ganar sin sentirse Dios y a perder sin sentirse basura, sabidurías difíciles, y aprendió algunos misterios del alma humana, en cuyos laberintos supo meterse después, en peligroso viaje, a lo largo de sus libros”.

Recomendamos esta lectura que hace una combinación muy singular: fútbol y letras.

Metrópolis, enero 2012
En colaboración con Germán Cravioto

* Galeano, Eduardo, El fútbol a sol y sombra, Siglo XXI Editores, 2008, México.

Recomendaciones en Navidad

Se acercan, una vez más, los festejos navideños. Este 2009 no será para muchos especialmente grato, pues la crisis económica por la que nos hemos visto afectados sigue a la orden del día. Si a esto se le agrega la psicosis provocada por la influenza AH1N1, esta Navidad resultará peculiar: además de que no habrá para despilfarrar en grandes (y a veces inútiles) regalos, más valdrá no tener mucho contacto con la gente (ni siquiera con la que se estima de verdad) por aquello de que deben evitarse los besos, los abrazos, los saludos de mano, los lugares concurridos…

El panorama, entonces, se avecina triste. Exagerando un poco bien pueden imaginarse posadas en las que será normal saludarse con un gesto ocular (la sonrisa se descarta por el deber ciudadano de usar tapabocas); expresaremos los buenos deseos con palabras desprovistas de las tradicionales muestras de afecto. Claro, eso sería en los casos en que se lleguen a realizar estas reuniones prenavideñas, pues en instituciones públicas y privadas se están cancelando.

Por los mismos motivos las clases en muchos centros educativos terminarán antes de la fecha señalada en el calendario escolar. ¿Qué harán los niños con tanto tiempo libre y encerrados en casa? Ver la televisión será la opción inercial, pero a falta de otras actividades recreativas puede tornarse aburrido, para no hablar de lo poco recomendable que es dedicarle las horas. La buena noticia: esta es una oportunidad para que todos le demos tiempo y espacio a la lectura. Además de lo que podemos encontrar en Internet y en rotativos impresos, aquí van algunas recomendaciones:

Especialmente para los pequeños: La mala del cuento, de Vivian Manssur Monzur, y Olivia recibe la navidad, de Ian Falconer. Dos historias inteligentes y divertidas.

A propósito de la influenza: Virus, pestes e historia, de Michael Oldstone, publicado originalmente en lengua inglesa desde 1998, incluye en su último capítulo este tema tan actual (“XIV. EL VIRUS DE LA INFLUENZA: LA PESTE QUE PUEDE RETORNAR”); pero en sí es un trabajo muy completo, introduce con una semblanza de los principios tanto de la virología como de la inmunología y recorre una serie de casos históricos de pestes en el mundo.

Para quienes se solazan en la ficción literaria: Cuentos reunidos, de Amparo Dávila, la más completa recopilación de sus tres libros de cuentos, editada por FCE.

Ya que en el acto de regalar, si queremos explicarlo, a menudo involucramos al amor, aquí unos títulos: El enamoramiento y el mal de amores, de Alberto Orlandini, un clásico de la colección La ciencia para todos del FCE, en el que se aborda el tema amoroso desde los puntos de vista químico, fisiológico e histórico. También Amor líquido, de Zygmunt Bauman, una perspectiva acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, editado por Siglo XXI.

Si conoce a alguien que cuando no esta viendo fútbol se sale a jugarlo, invítelo a leer: El fútbol a sol y sombra, de Eduardo Galeano (hay una edición aumentada de 2008, es de Siglo XXI), donde el autor elogia este popular deporte y cuestiona las estructuras de su organización a nivel profesional.

Para ampliar la perspectiva de los internautas reincidentes, Sistemas emergentes, o qué tienen en común hormigas, neuronas, ciudades y software, de Steven Johnson, una perspectiva transversal de las disciplinas científicas que delinea la inteligencia de bases que hoy se desarrolla en distintos programas cibernéticos, recuperando nociones similares en una gran diversidad de estudios sobre procesos biológicos y sociales.

Visite la librería Isauro Martínez  del Fondo de Cultura Económica en Av. Matamoros 240 Pte. Centro. A un costado del Teatro Isauro Martínez.    

 Metrópolis, diciembre 2011
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2009/11/libros-recomendaciones-en-navidad.html





 




La Feria del Libro de Saltillo (la fiesta de las letras) se llevó a cabo una vez más

Una convocatoria amplia que incluyó la promoción de instituciones como el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el Gobierno del estado de Coahuila y la Universidad Autónoma de Coahuila, entre otros. Fueron diez días de actividades libreras y artísticas, realizadas en el Museo del Desierto.

Se contó con la presencia de escritores como Paco Ignacio Taibo II, Carlos Montemayor, Guillermo Samperio, Daniel Sada, Emmanuel Carballo, José Vicente Anaya y Elena Poniatowska, algunos presentado sus libros, otros ofreciendo conferencias. Entre los autores regionales figuraron Francisco Amparán, Sergio Corona, Carlos Manuel Valdés, Jesús de León, Edgar Valencia y Julián Herbert.

La Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro y el Archivo Municipal de Saltillo montaron pabellones con exposiciones permanentes.

Las escuelas públicas y privadas, compradores ávidos y nuevos lectores respondieron con entusiasmo a la convocatoria. En los medios de comunicación se invitaba con persistencia a asistir al evento más importante de promoción del libro y la lectura que tiene el estado de Coahuila, con resultados significativos en cuanto a la afluencia de público se refiere.

Además de la expo-venta, que abarcó tres grandes áreas donde editoriales, librerías y comercios relacionados ofertaron clásicos y novedades, los visitantes diariamente se entretenían con los cuentacuentos, las lecturas y la música que los organizadores programaron para complementar esta experiencia librera de los coahuilenses.     

Bien por los organizadores de este evento tan necesario. Habremos de esperar todavía los laguneros, a ver si nuestras nuevas autoridades tienen entre sus proyectos la de apoyar empresas como tal, pues los últimos meses, con el pretexto de las dos fechas de elecciones, las instituciones culturales se vieron terriblemente afectada$, y es que vivir en medio del desierto no tiene porque significar el desierto de la cultura también.

 Metrópolis, noviembre 2009
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2009/11/positiva-respuesta-en-la-fiesta-de-las.html