Los temas de esta mesa de edición son las nuevas plataformas
editoriales, géneros y el futuro del libro y la lectura. Temas bastante amplios
que nos ponen en aprietos a los que compartimos esta mesa, pues da para muchas
hora de charla y discusión.
Yo estuve pensando por días qué asuntos
podría compartir aquí para el público que de algún modo está relacionado con la
edición, o bien, con los libros en general, esto es, con un público no
especializado, pero que es lector y consumidor.
En primer lugar, pensaba que en Torreón la
formación editorial es precaria, y es, más bien, un oficio que se va haciendo
solamente con la experiencia sobre el papel y sobre las palabras. No hay
escuelas de letras, mucho menos de edición, y los talleres o cursos literarios
rara vez muestran cómo corregir ortografía, gramática, redacción, sintaxis en
todos sus niveles. Más difícil aún encontrar quién maneja bien los programas
para diagramar o maquetar libros. La más de las veces son diseñadores que
pueden hacer su parte de diseño pero que tienen pocas nociones de edición.
También ellos se van formando solos, entre errores, erratas y muchas horas de tutoriales. Tenemos, por tanto, pocos
editores, y pocos diseñadores editoriales profesionales en nuestra región. Con
respecto al trabajo de las imprentas, y desde mi experiencia, podemos decir que
hay un par de ellas que han ido aprendiendo a hacer libros, y a cuidar los
detalles que requiere cualquier publicación, pues su mayor trabajo está en la
impresión de folletos, revistas, periódicos, y todo tipo de productos
publicitarios. Este panorama podría parecer desalentador, pero en realidad lo
que me ha tocado observar los últimos años es un interés creciente, sobre todo
en los jóvenes, por saber más de este oficio: comunicadores, estudiantes de
idiomas, diseñadores, escritores, que, no sólo se muestran atraídos por la
corrección y la edición de textos, sino por crear sus propios proyectos
editoriales, sean independientes, cartoneros y/o artesanales. Es un área que va
creciendo, y para muestra tenemos también esta mesa de reflexión sobre el tema.
*En segundo lugar, pensé que para hablar de las nuevas plataformas
editoriales, habría que contar un poco a nuestro público sobre las “viejas”
plataformas, si es que así puede llamárseles. O más, bien, hablar de cómo era
el proceso de edición y cuáles han sido los cambios, sobre todo tecnológicos,
en esta transición.
Para ello no
me remontaré muy atrás, cuando los libros se escribían a mano, ni tampoco al
periodo en el que se acomodaba letra por letra en cajas que
formaban cada página, sino a un pasado reciente, a la transición que ha
ocurrido en las últimas décadas.
Cuando un autor tenía listo su “original”,
es decir, el contenido del libro mecanografiado o ya capturado en computadora e
impreso por una sola cara, a doble espacio, y se lo entregaba al editor, todavía
faltaba un largo proceso de revisión, maquetación, y diseño para que pudiéramos
decir que el libro estaba preparado para irse a imprenta. El editor entregaba
ese original al primer corrector para que sobre este impreso se hicieran
marcas, una serie de signos que conformaban un lenguaje que el siguiente
corrector descifraría y realizaría tales cambios.
Las correcciones podían ser varias y en
diferentes niveles, dependiendo del proyecto, y del tamaño de la editorial. En
ocasiones habría quien corregiría ortografía, puntuación, acentuación y
unificaría los criterios tipográficos (comillas, cursivas, negritas, etc.), y
después otro corrector dedicado al “estilo”, mejoraría el discurso, la
sintaxis, la adecuación del tono dependiendo del público al que va dirigido,
las repeticiones léxicas, etc. Un tercer corrector, llamado “de pruebas”
revisaría que todos los cambios anteriores estuvieran bien hechos y haría
revisión de la composición, es decir, del índice, notas al pie de página,
numeración, sangrías, viudas, etc., etc., además de revisar que el diseñador
ubicara correctamente las imágenes, gráficas, tablas o cualquier aspecto
relacionado con la formación de la maqueta.
Estos pasos de corrección podían variar,
según la forma de trabajo de cada editorial, así como el número de lecturas y
revisiones especializadas, pues siempre un texto necesita muchos pares de ojos
para decir que está listo para su publicación.
Esta forma de corregir y editar, aunque he
hablado de ella en tiempo pasado, aún sigue realizándose en muchos casos.
Amigos que laboran en la ciudad de México o en otras ciudades del país, en
Latinoamérica y en otros países de habla hispana siguen recibiendo los textos
impresos para su revisión. Yo misma, en ocasiones, sigo recibiendo engargolados
de clientes que no quieren “soltar” su archivo antes de ver qué tipo de cambios
se hará a su texto.
No obstante, una de los principales
cambios ha sido que los originales se reciben en formato de procesador de
textos (llámese Word, pages, iwork, etc.) y son enviados a través del correo
electrónico o transmitidos de una computadora a otra por medio de un usb o un
cd. Esto ha ahorrado cientos de kilómetros, de papel y de tiempo, y este
aspecto es uno de los más simples; en este momento a muchos de nosotros se nos
hace impensable e innecesario tener que mecanografiar montones de páginas o
imprimir juegos de copias para diferentes correctores.
Enviado el archivo, los procesadores de
textos tienen una herramienta que se conoce como control de cambios, en los que
además de que el autor o los demás correctores pueden saber exactamente qué
modificaciones se han hecho al texto y aceptarlas o rechazarlas da la opción de
escribir notas que aparecen al margen derecho del texto (como se hacía sobre el
papel), para hacer aclaraciones, preguntas, y retroalimentación entre correctores,
editor y autor. Este control de cambios también ha acortado distancias y
tiempos, aunque sabemos que las erratas nos acompañarán por siempre.
Saber trabajar en estos procesadores de
textos con todas las herramientas que ofrecen es un ventaja que podemos
aprovechar incluso al pasar el texto al programa de diagramación y diseño. Hay
formas en que este texto puede trasladarse totalmente editado, de manera que
respete todo el formato. Antes esto no era posible y había que volver a revisar
si las cursivas o las notas al pie de página se habían mantenido intactas.
También es posible, gracias a la
tecnología y al internet, trabajar todo el proceso de edición sin tener una
oficina y sin estar en la misma ciudad. Hay quien dirá que siempre es mejor
tener a la gente cerca, pero si los colaboradores funcionan y respetan los
tiempos de entrega se puede trabajar donde sea que haya una conexión wifi,
porque no es un trabajo de producción que requiera estrictamente a las personas
en vivo.
Y al entregar los archivos de preprensa a
la imprenta, ahora también existen páginas que transportan vía internet archivos
pesadísimos, lo que ahorra, nuevamente, tiempo y distancias. La era digital,
por lo tanto, ha beneficiado en grande al largo proceso de edición. Eso sin
tomar en cuenta el otro tema, el de las publicaciones electrónicas, que ya no
requiere altos costos de imprenta, ni el conflicto del número de ejemplares que
son siempre un riesgo si no se venden en un periodo de vida en el aparador de
las librerías, aunque ese, como ya dije, es otro extenso tema con aristas
positivas y negativas.
Una desventaja de agilizar los procesos
sea tal vez, que ahora exigen la edición de las publicaciones en menor tiempo,
y trabajar a contra reloj sigue siendo el peor enemigo de la edición, pues se
trabaja horas extras, se dejan de ver los errores, y todos los editores sabemos
que las erratas se hacer notar hasta que están impresas. Para muestra tenemos
la cartelera de este festival, que cuentan que redactaron y diseñaron en un
tiempo record de tres días y tres noches, y pues ya habrán notado que hasta el
apellido de Ramón Córdoba, Córdoba con “b”, que nos acompaña en esta mesa, fue
cambiado seguramente por esos duendes traicioneros que viven en las imprentas y
que se alimentan del estrés del editor.
*En un tercer punto que pensaba, para comentar aquí, es la
obligada pregunta de si los libros electrónicos harán que desaparezcan los
libros impresos. Cuando me han hecho esta pregunta suelo pensar en que cuando
surgió la televisión decían que desaparecería la radio, y si bien esta última
tuvo que reformularse, lo cierto es que a la fecha sigue viva con millones de
oyentes diarios. No sé si sea porque me resisto a creer que los libros impresos
realmente podrían dejar de existir, pero hasta ahora no creo que eso suceda, o
al menos no en mucho tiempo. Y esto por lo menos por dos razones: uno, que es
muy difícil que la mayoría de los lectores tengamos (y prefiramos) un lector digital,
llámese celular, tableta, computadora, etc. A la fecha éstos siguen siendo
artículos que tal vez ya no son de lujo, pero que no entran en el presupuesto
de millones de mexicanos e hispanohablantes (tomando en cuenta sólo las
publicaciones en español), mientras que los libros seguirán circulando en
préstamo de persona a persona, en bibliotecas, en librerías de viejo, y en
otras opciones baratas al alcance de la mayoría de la población, y por otro
lado, y en este quiero hacer hincapié, que mientras surgen más publicaciones
electrónicas y programas sencillos para editar ebooks, también surgen (y cada
vez son más) personas interesadas en hacer sus propios libros, proyectos
independientes, en donde lo más importante es el “bricolaje”, lo hecho por sí
mismo, la no dependencia a la larga cadena editorial, en donde el autor es el
que menos gana.
Obviamente que también habrá, por lo
accesible que se convierte el asunto de “editar” y “publicar”, mucha literatura
basura o mal hecha, claro, y por supuesto que tendrás mucho mayor impacto si
logras publicar en una editorial grande. Pero si volvemos a la comparación,
hace décadas que los músicos renegaron de las disqueras y las distribuidoras
por la misma razón, porque de las ventas obtenían lo mínimo, y porque requerían
de mucho tiempo y esfuerzo para que una institución musical les diera una
oportunidad.
Dejando de lado a los malos escritores y a
las malas ediciones caseras, lo que llama mi atención es que cada vez son más y
más los proyectos independientes que buscan sus propias formas de edición, de
trabajo creativo, de materiales de impresión, y sus propios foros y rutas de distribución.
Como dato al margen, dentro de unas
semanas participaremos como pequeña editorial en “La otra FIL” en Guadalajara,
un evento que se realiza los mismo días de la Feria Internacional del Libro,
pero que es espacio para todos los fanzines, revistas y publicaciones diversas
que precisamente por su tamaño no participan en la fiesta grande, pero que no
por eso se quedan sin fiesta. Y no es el único evento de este tipo a lo largo
del año.
Cabe decir que tales proyectos no están
para nada enemistados con la tecnología, muchos de ellos tienen su página web,
se publicitan y divulgan sus eventos en redes sociales, y trabajan de la misma
forma que cualquier editorial, aunque con menos colaboradores y menos
presupuesto.
Habrá qué ver qué sucede con estas
pequeñas empresas, y cuáles sobreviven al tiempo, pero hasta ahora son también
una opción al bolsillo, comparado con los inaccesibles precios de editoriales
extranjeras. Y en muchos casos, son publicaciones de gran calidad editorial y
de contenido con propuesta.
Creo pues, que son expresiones que hay que
tomar en cuenta a la hora de revisar el panorama en propuestas editoriales,
opciones de fomento a la lectura, y cuando se habla del futuro del libro y la
lectura.
Mesa redonda
sobre edición
martes 12 de
noviembre 2013, Ibero Laguna
En el marco
del Festival de la Palabra “Enriqueta Ochoa” 2013