jueves, 5 de abril de 2012

Letras de violencia cotidiana

Polvo Rojo, escrito por Daniel Herrera, es un volumen con una selección de catorce cuentos escritos entre 1999 y 2008. La publicación forma parte de la Biblioteca de cuento contemporáneo, de Ficticia Editorial, en colaboración con el Ayuntamiento de Torreón (2006-09). 

Además del título y la portada, basta leer la dedicatoria para imaginar de qué tratará el libro: “Para Torreón y su nota roja”. En efecto, los cuentos de Daniel se alimentan de pasmosas situaciones que son moneda corriente en las páginas policíacas de periódicos y revistas sensacionalistas, aunque las escruta desde el punto de vista interno, de los personajes, recreando el momento previo de los sucesos que a menudo nos impactan por su crudeza a través de los medios.

Pero no se refiere a la fuente propiamente delincuencial del subgénero periodístico, marcado a últimas fechas por la balacera y la decapitación; la prosa de Polvo Rojo acude a la trama cotidiana de gente aparentemente común, donde se producen imprevistos hechos de sangre o escándalos relacionados a la perversión sexual, ya sea a partir de narradores en primera o tercera persona, o bien de personajes que enlazan, de manera paradójica y sugerente, la elocuencia del discurso escrito con la terrible inconciencia de conductas histéricas o de plano sociópatas.

En la narrativa de Polvo Rojo hay algunas características: espacios marcados por la pobreza; violencia y asesinato en el contexto barrial y doméstico; prostitutas; horror psicológico vinculado a la coexistencia familiar; varones con una fijación por las piernas femeninas, prototipo del agresor sexual. El lector proclive a la nota roja encontrará en este libro su gusto hecho literatura. 

El argumento literario en estos cuentos incluye desde el absurdo fantasioso hasta la figuración sociológicamente plausible.

Ejemplo de lo primero es “Mono-grafía”, cuyo personaje es una especie de mutilado psíquico que se considera a sí mismo un artista conceptual, quien compra un mono con el que “quería hacer un texto, o un video, o un corto, o unas fotografías, o una obra de teatro, o una pintura, o un performance, o una instalación” usando al animal…; el desarrollo del cuento es divertido, pero lo torcido de la imaginación socio-literaria de Daniel lleva las situaciones a una expresión límite: la zoofilia.

Por la parte de las figuraciones plausibles son varias las piezas, de hecho la mayoría. En “La destrucción y el orden”, un reportero agobiado por los recortes laborales en su empresa sube a un taxi del que no sabe cómo bajará, mientras hace un repaso de las dificultades que enfrenta en su vida familiar.

En “Como si Dios estuviera sonriendo”, un desempleado casi treintañero, insomne irremediable que vive con su madre y su engorroso abuelo, se encuentra por la mañana con un día “luminoso, claro y confiable”, momento en que es lanzado a buscar, muy a pesar suyo, algún quehacer productivo; el personaje diseña una estrategia cortoplacista que lo lleva a descubrir las extrañas tentaciones que, estando recluido en casa, talvez hubieran pasado por alto.  

Algunos cuentos terminan con elipsis casi obvias, pero que al evitar la descripción de los desenlaces violentos, pareciera que el autor le dice al lector: “suscriba aquí la noción de escándalo de su preferencia” (“El viejo y la niña”); o talvez: “anote aquí el tipo de golpiza que tenga a bien imaginar” (“La destrucción y el orden”).

El espacio ficcional es muy lagunero, como su autor, quién también tiene publicada la novela Con las piernas ligeramente separadas.

Metrópolis, febrero 2010
 http://revistametropolis1.blogspot.mx/2010/02/libros-polvo-rojo.html




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