jueves, 5 de abril de 2012

Los pasos omisos de la Independencia

En este año de festejo del Bicentenario de la Independencia de México hago un intento por releer algo de Historia. Mis intenciones hasta ahora han sido vanas porque, para empezar, leo por la noche, cuando ya estoy muy cansada y ningún café cargado logra que mantenga la concentración adecuada para fijar en mi mente tantos datos, tantos nombres y tantas fechas.

Hago entonces otro intento (casi igual de vano) por recordar lo que aprendí en la primaria acerca de la Independencia. Con un poco de lamento rememoro que me explicaron y contaron muy poco, y más bien hice resúmenes o memoricé de un día para otro datos que fueron vaciados en exámenes, los mismos que seguramente mi memoria a corto plazo desechó después de aprobar la materia.

A mi mente vienen las imágenes de las estampillas compradas en la papelería, de las cuales me pedían copiar el texto del reverso. En ellas aparecían, por ejemplo, un Hidalgo con un estandarte de la virgen de Guadalupe bien en alto, con expresión enérgica, dando el famoso grito de Dolores; un Morelos con pañoleta roja en la cabeza, de expresión también enérgica o una Josefa Ortíz de Domínguez, peinada con un chongo y vestida de colores oscuros.

Luego me acordé que si bien la mayoría de mis profesores siguieron la exigencia del “macheteo”, hubo uno en secundaria que se le ocurrió hacer un viaje de estudios en el que visitaríamos distintos lugares por donde pasaron los insurgentes. Fuimos con el maestro de pueblo en pueblo por todo Guanajuato, y además de probar nieves de aguacate y de tequila en Dolores, comprar zapatos en León, cajeta en Celaya y visitar a las momias y el callejón del beso en la capital del estado, también nos fue narrando la historia de Independencia mientras nos trasladábamos por carretera de un punto a otro.

A decir verdad, lo que recuerdo con más claridad, tal vez por los tintes inverosímiles del relato, fue la parte donde “el Pípila” usa una losa ancha como protector antibalas para llegar casi a gatas a quemar la puerta de la Alhóndiga de Granaditas. Pero el dato más impactante que me quedó grabado, tal vez por lo sádico, fue que en ese mismo sitio, unos meses después, estuvieron expuestas en jaulas de hierro las cabezas de Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez, con una inscripción que decía “insignes fascinerosos y primeros cabecillas de la revolución”. Del resto de los acontecimientos, si he de ser sincera (tenía 14 años), no almacené nada que pueda mencionar.

Me quedo pensando en lo que el común de los mexicanos aprendemos realmente sobre la historia de nuestro país. Pregunto a mi sobrino de 8 años si sabe quién fue Hidalgo. Me responde que por supuesto que sabe, que es uno de los héroes que lucharon por la patria, que era cura y que estaba pelón, pero que a los lados tenía cabellos largos y blancos. Su respuesta me indica que en materia educativa no ha habido muchos cambios en 20 años.

Sin embargo, entre mis recuerdos no todo está perdido. Si de alguien aprendí (o mejor dicho desaprendí) del periodo de Independencia fue de Jorge Ibargüengoitia. Tiene un humor negro y satiriza de tal modo los hechos históricos que es imposible aburrirse. Y no es que crea que lo que escribe este autor sea la verdad y nada más que la verdad, pues se trata de literatura, pero de literatura documentada, que precisamente juega a desacralizar la historia oficial, de quitarle el halo heroico que nos mostraron los libros de texto.

Ibargüengoitia presenta en su novela Los pasos de López la vida de Miguel Hidalgo, aunque como buena sátira no lo llama así, sino padre Periñón. Y es que la literatura, como espacio ficcional, es idónea para la crítica. En esta obra podemos seguir los pasos de un “Hidalgo” más humano y menos héroe, más empresario y político que cura; mujeriego, astuto, inclinado a la bohemia y al arte; un hombre que se vio envuelto en una serie de circunstancias que en buena medida lo empujaron a terminar siendo, para bien o para mal, “el padre de la patria”. Podemos leer textos históricos serios (o lo que se entienda por serios), pero luego de leer la ficción de Ibargüengoitia no se puede volver a leer la Historia de México sin dudar de ella. 

Metrópolis, septiembre 2010
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2010/09/libros-los-pasos-omisos-de-la.html

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