Un viento maúlla en la
ventana, quiere entrar, quiere jugar con mi cabello, pero no es momento para
eso, así que pongo trapos debajo de las puertas y en los filos de las ventanas;
para taparle la boca al viento, para amordazarlo por un rato, para que no me
chantajee con sus gritos plañideros. Él sabe de mi grave enfermedad: la
distracción. Ahora lo veo desafiante desde dentro. Le digo, balbuceante: “lo
siento, hoy no podemos jugar, hoy me das escalofrío”.
martes, 8 de mayo de 2012
domingo, 8 de abril de 2012
De compartir la escritura
Tirajes
limitados en número, y a regiones o localidades, proliferan atendiendo a la
necesidad de crear documentos que hablen de nuestro quehacer y motivaciones.
Contrapunto a la estrechez de la visión editorial que busca réditos globales,
la pequeña producción de libros abre un nuevo campo para la expresión y la
comunicación a escala personal: termina siendo rentable menos por lo económico
que por la satisfacción de concretar un proyecto ansiado, propio y
significativo.
Para mí
ha sido un gusto editar Antología
compartida, el resultado del proceso de aprendizaje que tuvieron los
diplomados de la Escuela de Escritores de la Laguna, generación 2009-11. Además
de “compartir” sus textos, los seis autores que reúne dicha antología
compartieron las correcciones, los gastos y el resto de implicaciones que
conlleva cualquier publicación.
Partiendo
de que un escritor no puede autonombrarse como tal hasta que no da a luz un
libro, y considerando que los tiempos no están como para esperar a que una
editorial de talla nacional te llame para publicar tu obra, es este esfuerzo un
comienzo, un primer paso que busca abrirse camino en el terreno de las letras
locales.
Daniel
Alemán nos entrega un cuento, mezcla de fantasía e intertextualidad: seres
mitológicos, monstruos, animales y personajes de obras literarias que conviven
en el mismo plano imaginario.
Brenda
Vargas eligió algunas minificciones, un cuento breve y dos textos cercanos a la
poesía infantil. A tales textos los une cierta temática general: la muerte, la
tortura y el terror. También los une el humor negro y un tono lúdico, amalgama
perfecta que permite asomar una sonrisa de espanto.
Aleida
Belem prefirió dar una muestra diversa: un cuento realista de monólogos en el
que “fluye la conciencia”, algunas minificciones y un poema; en todos ellos
destaca la experimentación en las formas de decir lo aparentemente cotidiano,
los pequeños detalles de la vida común, pero a través de un lenguaje sutil que
sugiere, susurra “las cosas importantes”, sólo perceptibles al lector que se
encuentre en la misma sintonía.
Gaby
Flores optó por un conjunto de poemas. En los versos de corte libre, la voz
poética expresa su descontento con la violencia y la preocupación por la
muerte. Por otra parte, dedica poemas a la luna, al viento, a sus hijos, y nos
presenta un poema narrativo y dialogado, en el que un desgarbado personaje
femenino expone sus verdades tras el velo de la locura.
Sara
de Valle nos muestra los primeros capítulos de una novela que en su inicio
parece netamente realista pero, conforme avanzan sus páginas, se convierte en
una propuesta fantástica en la que el quiebre de la realidad lleva a su
protagonista al ámbito de las reflexiones existenciales.
Tere
Escobedo seleccionó algunas minificciones en las que desfilan personajes tan
diversos entre sí como un esquizofrénico, una prostituta, una mujer que debe
padecer la espera y unas hormigas humanizadas. Los textos se distinguen por sus
elipsis; pareciera que elude información o que en un punto de la narración se
salta a un final conclusivo, pero es parte de un humor peculiar, de un estilo
que busca que el lector complete (encuentre) sus propios significados.
Muy pronto podrán encontrar Antología
compartida en las librería locales, o también pueden adquirirlo a través de
las redes sociales, buscando el nombre de alguno de sus autores.
Metrópolis, enero 2012
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2012/01/de-compartir-la-escritura.html
Saúl en tres tiempos
Contra la tendencia bien definida que ignora a autores productivos,
vigentes y con propuesta literaria con supuestas razones de viabilidad de
negocios, Saúl sigue apostando, paciente y dedicado, a la edición de autor. No
importa que los editores comerciales no tengan interés en su obra, ni que los
responsables de fondos públicos para el fomento editorial terminen por no
encontrar útil gastar en la propuesta de nuestro escritor. Él no trabaja para
el éxito presente, menos aun por un cálculo remunerativo; como en pocos casos
de la vida, esfuerzo y gratificación no difieren sustantivamente, tampoco en el
tiempo. Su llana satisfacción: escribir, descubrir el sentido de una idea, un
pensamiento, una forma bella a través del manejo de las letras.
A propósito de que perdí la oportunidad de comentar dos
libros que atañen de manera directa a Saúl (Un
año con el Quijote, de mediadios de 2010 y Treintaicinco más treintaicinco, principios de 2011), con esta Poesía de la música grande llena mi mesa
y me permite sugerir alimento intelectual en tres tiempos.
Un año con el
Quijote. Tuvo una presentación muy concurrida. El
libro reúne artículos publicados antes, durante y despues del año que se
celebró el cuarto centenario del “ingenioso hidalgo”. La obra, predilecta entre
los gustos de Rosales, no se exalta por su innegable valor en la construcción
de la lengua española, ni por haber marcado un definitivo antes-después en la
configuración de la novela moderna, ni por haber abierto y a la vez clausurar
los límites de la intra, la inter y la transtextualidad literaria para toda una
época. No. Lo que Saúl ha hecho, en sus propias palabras, fue “ofrecer un
tributo personal a la obra que debo horas y horas de diversión discreta,
sonrisas plenas y risas francas”.
Treintaicino más
treintaicinco. Setenta años del escritor Saúl Rosales. En octubre del 2010
Saúl Rosales cumplió 70 años de vida. Uno de los festejos, de los
festejos literarios que lo acompañaron, fue una mesa redonda en homenaje a su
obra, en el marco del Festival Lagunero del Libro y la Lectura (TIM); en ella
participaron los escritores Jaime Muños Vargas, Daniel Maldonado y Angélica
López Gándara. Luego, al inicio del 2011, sus alumnos del Taller de creación
literaria del TIM propusieron la publicación de un cuadernillo que contuviera
los textos del homenaje, además de otros, también alusivos a este
acontecimiento, así como el texto escrito y leído por Saúl en dicho evento. En
este caso, la edición no fue precisamente de autor, Dolores Díaz Rivera
patrocinó la impresión y todos colaboramos para hacerla posible. Resultado: 500
ejemplares gratuitos de un cuadernillo de 43 páginas que, entre otros elogios,
agradece la labor de Saúl Rosales como incansable maestro, entusiasta promotor
de la literatura y por supuesto, como prolífico autor de una obra diversa que
incluye poesía, cuento, novela, ensayo, teatro, artículos, reseñas y más.
Poesía de la
música grande. Recién salido de la imprenta, el
nuevo libro de Saúl está dedicado a la música clásica. El autor ha declarado: “El
lector se encontrará en las páginas siguientes palabras de amor a la música en
algo semejantes a los versos que el poeta dedica a su amada”. Y no sólo eso,
también encontramos pasajes referidos a la vida y obra de compositores,
conciertos de la Camerata de Coahuila y anécdotas de músicos destacados. En la
presentación realizada en el Museo Arocena, Natalia Riazanova resaltó el carácter
pionero de este trabajo. Hasta ahora, no existían referentes editoriales
consagrados al desarrollo de la música de cámara en la Comarca Lagunera, a
pesar de que hace 17 años nuestra región cuenta con una oferta viva,
profesional y sistemática de este género. Fiel a su eterna sencillez, Saúl
advierte que los artículos reunidos deben verse como periodismo cultural y nada
más, aunque con ellos integra un memorial particular de la región con las
complejas manifestaciones de la trama creativa que recorre a todo el planeta
humano: la música grande.
Metrópolis, octubre 2011
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2011/10/saul-en-tres-tiempos.html
Libros y escritura. Permanencia y transición
He
escuchado comentarios, vertidos aquí y allá por personas supuestamente
conocedoras del fenómeno libresco, que tienden a asumir la inexcusable
desaparición del libro. Claro, la fascinación por la tecnología y los nuevos
soportes de la escritura lleva a conclusiones más bien superficiales al
respecto. Ya decía en una ocasión anterior que se puede anticipar una
coexistencia más o menos prolongada de soportes tradicionales y electrónicos:
la nuestra es una fase de transición; nos toca ser testigos de una transformación
contemporánea de la historia de la escritura.
Esta
coexistencia trae lo que Roger Chartier (Congreso
Internacional del Mundo del Libro, FCE) expuso como una pérdida de las
fronteras en el orden de los discursos. Se trata de un problema generacional:
los lectores adultos, acostumbrados a distinguir los géneros de la escritura
con la ayuda de su propia presentación física, encuentran en los recursos
electrónicos una presentación unimodal, la pantalla. Fragmentos de libros
(novelas, ensayos, dramaturgia), artículos de revista, crónicas independientes,
notas de prensa, escrituras no destinadas a la industria editorial ligada al
papel (blogs, Wiki, chats, tweets), poemas y cuentos sueltos o coleccionados
arbitrariamente aparecen sin mayores características que puedan orientar al
lector.
Es
obvio que pasada la coyuntura, en ese futuro aún indefinido, la escritura y la
lectura sufrirán sus correspondientes pérdidas y ganancias ¿cómo distinguirán
los nuevos lectores los diferentes géneros?, ¿aún será pertinente hacer las
mismas distinciones de géneros en el futuro, ya no del libro, sino de la
literatura y las demás modalidades de presentación del texto?
Parte
del fenómeno se expresa en lo que se ha llamado “la desintegración del libro”.
Las textualidades fragmentarias disponibles en la red son un ejemplo casi
literal de este concepto, aunque el mismo las antecede aún desde tiempos en que
no era concebible el libro digital (“Híbridos genéricos: la desintegración del
libro en la literatura hispanoamericana del siglo XX”, Francisca Noguerol
Jiménez). Autores consolidados en algún momento del siglo XX (me refiero a lo
particular de la escritura literaria) como Alfonso Reyes, Julio Torri, Alejandro
Rossi, Julio Cortázar, etc., anticiparon con sus obras esta transformación de la historia
de la escritura.
Algunos
datos pueden darnos indicios para seguir en busca de claridad al respecto. Un
análisis de Voltairenet.org (“En picada la industria del libro”, Paulina
Monroy), con datos hasta 2007, retrata un punto crítico, desde el punto de
vista productivo, en la trayectoria del libro en México. De allí se pueden
obtener algunas conclusiones parciales: la producción de libros tiende a bajar,
a emplear menos mano de obra, a reducir su índice de producción per cápita; a
aumentar su valor, a mantener por los suelos sus coeficientes de inversión, a
disminuir su rentabilidad con afectaciones en productividad y demás. Sí, la
industria editorial ligada al papel ya va de salida, pero nada indica que el
cambio por las nuevos soportes vaya a resultar abrupto. La producción declina
pero el uso permanece.
Un
artículo en Quincenadelibros.com (“Diferencias entre los mercados digitales
entre Europa y EU…¿y Latinoamérica?, Jürgen Snoeren) ofrece datos de la cuarta
conferencia Editech. A excepción de Reino Unido, no se puede decir que en Europa
existe un mercado del e-book: España, el más “extendido” entre ellos, alcanza
1.7% del mercado total de libros, los Países Bajos 0.8%. Las limitaciones son
mercadológicas y de distinto tipo; queda un gran acervo histórico por digitalizar,
los derechos de copia y/o autor aún no están a salvo con tantas opciones de
piratería virtual.
Sin
duda, el libro como obra intelectual permanecerá como bien cultural,
independientemente del soporte y las transformaciones que sufra con sus cambios
recientes. Parafraseando a Chartier, no por difundirse ampliamente la imprenta
de tipos móviles dejamos de escribir a mano; ahora que puede reducirse la
textualidad a su mínima expresión material ¿quiere decir que los “voluminosos”
cubos de papel serán prescindibles?
Metrópolis, agosto 2011
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2011/08/libros-libros-y-escritura-permanencia-y.html
¿Libros sin papel?
E-book (libro electrónico): versión electrónica o digital de un libro.
También suele denominarse así al dispositivo usado para leer estos libros, que
es conocido también como e-reader o
lector de libros electrónicos.
Para quienes gustamos de los libros no sólo por sus contenidos, sino
por sus hojas, sus pastas, sus diferentes tipografías, su olor a papel nuevo,
su tamaño, su forma y demás detalles meramente físicos, será tiempo de ir
asimilando esta era digital en la que se habla de la desaparición del libro y,
como consecuencia, de las librerías y las bibliotecas como las conocemos ahora.
Cuando
el tema comenzó a dar de qué hablar, pensé que en México pasarían muchos años
para realmente preocuparnos de que los libros electrónicos se convirtieran en
una “amenaza” para el viejo codex de
papel; la probabilidad de que la mayoría tuviera acceso no a un lector de
libros electrónicos, sino a una computadora portátil, era lejana y seguiría
siendo lejana. Intenté aferrarme a la idea de que yo no cambiaría las páginas
de mis libros por un aparato (altamente robable hoy día). Pero la tecnología a
todos algún día nos alcanza y, antes de que me rebasara, me encontré
descargando libros electrónicos, ya fan de páginas web que comparten libros o tips para conseguir todo tipo de
títulos.
No
sucedió, como había llegado a pensar, que un soporte (digital) sustituyera al
otro (de papel), sino que ambos empiezan a convivir y, en todo caso, se
complementan. No me desharé de todos mis libros por más volumen que ocupen en
distintos espacios de mi casa, ni dejaré de desear tener en mis manos ediciones
de lujo por más que pesen. Debo admitir que los libros electrónicos tienen sus
ventajas, por ello es que busqué algunos de los pros y los contras para, de
manera muy aproximativa, reflexionar sobre el tema.
Del
lado de los pros destaca la portabilidad, una profunda tendencia en la historia
y la cultura del libro. Se dice que en el espacio que se empleaba para tener un
libro mediano hoy caben los dispositivos necesarios para leer libros
electrónicos (llámese laptop, ipad, blackberry, iphone,
etc.), éstos pueden portar o vincular miles de libros: una biblioteca entera
puede cargarse en el bolsillo.
También
el acceso a librerías y bibliotecas móviles. A la fecha existen librerías que,
además de vender libros empastados que te envían por paquetería, también tienen
venta de e-books que en cuestión de
segundos se descargan. Del mismo modo encontramos bibliotecas virtuales con
cientos de textos disponibles. La mejor parte es que puedes consultarlas,
comprar, bajar contenidos, etc, las 24 horas del día, los 7 días de la semana,
los 365 días del año, franqueando las distancias… notable ventaja frente a, por
ejemplo, cualquier biblioteca del mundo que se restringe a horarios, tarjetas
de préstamo y disponibilidad de tiempo.
Los libros
independientes en la red representan un límite. Aumentan las posibilidades de
que una persona edite su propio libro y lo comercialice vía Internet. Esto es,
que con los libros electrónicos se puede llegar a prescindir de editoriales y
distribuidores que muchas veces deciden publicar únicamente desde el punto de
vista comercial; por otra parte, el autor se lleva mayor ganancia por su
trabajo.
Por
supuesto que esto aumenta el número de literatura de poca calidad, tanto en
contenido como en trabajo de corrección y edición. Y así comenzarían los
contras.
Los
lectores de libros electrónicos (e-reader)
para funcionar adecuadamente dependen de carga eléctrica y de pila, además de
que requieren que el usuario sepa usar la computadora: si hay un apagón o si no
estás capacitado para emplear dicha tecnología, adiós biblioteca portátil;
¿todavía quedan de aquellos grandes lectores, los denominados expertos, que no
entrarán al flujo digital por resistencia a los nuevos soportes?
Para
comprar, descargar, compartir o consultar libros electrónicos es indispensable
tener acceso a Internet, y ese acceso implica costos adicionales que aún pocos
pueden sostener.
Si bien
es posible prescindir de editoriales y distribuidores al hacer un libro
electrónico, muchas veces éstos no se leen ya sea por un escaso conocimiento de
cómo funciona el mercado por Internet o porque la ausencia de cuidado
gramatical los arruina como producto cultural.
Más que
concluir, cierro con una idea preliminar a este vasto tema: los libros
electrónicos están dirigidos a cierto perfil, en su mayoría jóvenes o adultos
jóvenes que conjuntan una serie de recursos, habilidades y conocimientos en el
uso de tales opciones, lo cual relega a la mayoría de la población y a una
parte significativa del público lector.
Metrópolis, junio 2011
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2011/06/libros-sin-papel.html
Derechos de los niños a escuchar cuentos
El festejo
del día del niño se originó en 1954, cuando la Asamblea General de las Naciones
Unidas recomendó que se instituyera el día universal del niño y sugirió a los
gobiernos estatales que lo celebraran en la fecha en que cada uno de ellos
estimara conveniente. Desde entonces la ONU festeja el día universal del niño
el 20 de noviembre, buscando con ello la promoción del bienestar y de los
derechos de los niños del mundo.
En México lo
celebramos el 30 de abril, aunque si nos preguntamos qué significa esa fecha
para los niños de hoy, la respuesta se relacionará mucho más con que los papás
lleven a sus hijos a comer su fast food
favorita, o bien, si el niño corre con suerte (y los papás con presupuesto) le
compran un juguete, lo llevan al cine o le dan algún tipo de recompensa, la más
de las veces material. También están los convivios escolares, pero éstos se asemejan
bastante a lo que sucede en las fiestas de cumpleaños: payaso, pastel y dulces.
Es cierto
que uno de los derechos de los niños es el juego, y otro la diversión, pero al
llevarlos a comprar un juguete no se está promoviendo precisamente estos derechos. Los niños no asocian este día con una celebración en la
que se promuevan sus derechos, sino con un día en el que, en el mejor de los
casos, sus padres accederán a comprarles algún presente.
Los derechos
de los niños actualmente son, según la ONU, los siguientes: derecho a la vida,
al juego, a la libertad y a compartir sus puntos de vista con otros, a dar a
conocer sus opiniones, a una familia, a la protección durante los conflictos
armados, a la libertad de conciencia, a la protección contra el descuido o
trato negligente, a la protección contra el trabajo infantil, a la información
adecuada, a la protección contra la trata y el secuestro, a conocer y disfrutar
de su cultura, a la protección contra todas las formas de explotación, a crecer
en una familia que les dé afecto y amor, a un nombre y una nacionalidad, a la
alimentación y nutrición, a la diversión, a la libertad, a la paz mundial, a la
salud, y a no ser discrimindados por sexo, credo, etnia o ideología.
De estos
derechos se pueden desprender, por supuesto, muchos otros. Si en mí estuviera
proponer otro abogaría por el derecho a la lectura. La lectura fuera de las
obligaciones escolares, la lectura asociada a algunos de los anteriores
derechos, por ejemplo: la lectura como un acto de amor, de libertad; la lectura
como una forma de conocer y dsifrutar de la cultura; la lectura también como un
juego, como una diversión.
En un libro
del Rincón de la Lectura, editado por la SEP, me encontré esta propuesta de
derechos referentes a la lectura para niños. Lo comparto con ustedes:
1. Todo niño,
sin distinción de raza, idioma o religión, tiene derecho a escuchar los más
hermosos cuentos de la tradición oral de los pueblos, especialmente aquellos
que estimulen su imaginación y su capacidad crítica.
2. Todo niño tiene derecho a exigir que sus padres le cuenten cuentos a cualquier hora del día.
3. Todo niño que por una u otra razón no tenga a nadie que le cuente cuentos, tiene absoluto derecho a pedir al adulto de su preferencia que se los cuente, siempre y cuando éste demuestre que lo hace con amor y ternura, que es como se cuentan los cuentos.
4. Todo niño tiene derecho a escuchar cuentos sentado en las rodillas de sus abuelos. Aquellos que tengan vivos a sus cuatro abuelos podrán cederlos a otros niños que por diversas razones no tengan abuelos que les cuenten cuentos. Del mismo modo, aquellos abuelos que carezcan de nietos están en libertad de acudir a escuelas, parques y otros lugares de concentración infantil donde podrán contar cuantos cuentos quieran.
5. Todo niño está en el derecho de saber quiénes son los principales autores de cuentos. Las personas adultas están en la obligación de poner sus historias al alcance de los niños.
6. Todo niño goza a plenitud del derecho de conocer las fábulas, los mitos y leyendas de la tradición oral de su país.
7. El niño también tiene derecho a inventar y contar sus propios cuentos, así como a modificar los ya existentes, creando su propia versión.
8. El niño tiene derecho a exigir cuentos nuevos. Los adultos están en la obligación de nutrirse permanentemente de nuevos e imaginativos relatos, propios o no, con o sin reyes, largos o cortos. Lo único obligatorio es que éstos sean hermosos e interesantes.
9. El niño siempre tiene derecho a pedir otro cuento y a pedir que le cuenten un millón de veces el mismo cuento.
10. Todo niño tiene derecho a crecer acompañado de Alicia, Caperucita y el lobo, los músicos de Bremen, del Gato con Botas, Pulgarcito..., y del inmortal "Había una vez...", palabras mágicas que abren las puertas de la imaginación en la ruta hacia los sueños más hermosos de la niñez.
2. Todo niño tiene derecho a exigir que sus padres le cuenten cuentos a cualquier hora del día.
3. Todo niño que por una u otra razón no tenga a nadie que le cuente cuentos, tiene absoluto derecho a pedir al adulto de su preferencia que se los cuente, siempre y cuando éste demuestre que lo hace con amor y ternura, que es como se cuentan los cuentos.
4. Todo niño tiene derecho a escuchar cuentos sentado en las rodillas de sus abuelos. Aquellos que tengan vivos a sus cuatro abuelos podrán cederlos a otros niños que por diversas razones no tengan abuelos que les cuenten cuentos. Del mismo modo, aquellos abuelos que carezcan de nietos están en libertad de acudir a escuelas, parques y otros lugares de concentración infantil donde podrán contar cuantos cuentos quieran.
5. Todo niño está en el derecho de saber quiénes son los principales autores de cuentos. Las personas adultas están en la obligación de poner sus historias al alcance de los niños.
6. Todo niño goza a plenitud del derecho de conocer las fábulas, los mitos y leyendas de la tradición oral de su país.
7. El niño también tiene derecho a inventar y contar sus propios cuentos, así como a modificar los ya existentes, creando su propia versión.
8. El niño tiene derecho a exigir cuentos nuevos. Los adultos están en la obligación de nutrirse permanentemente de nuevos e imaginativos relatos, propios o no, con o sin reyes, largos o cortos. Lo único obligatorio es que éstos sean hermosos e interesantes.
9. El niño siempre tiene derecho a pedir otro cuento y a pedir que le cuenten un millón de veces el mismo cuento.
10. Todo niño tiene derecho a crecer acompañado de Alicia, Caperucita y el lobo, los músicos de Bremen, del Gato con Botas, Pulgarcito..., y del inmortal "Había una vez...", palabras mágicas que abren las puertas de la imaginación en la ruta hacia los sueños más hermosos de la niñez.
Metrópolis, abril 2011
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2011/04/libros-derechos-de-los-ninos.html
Entre la cocina y las letras
Ya está con
nosotros Evocaciones del sabor y del alma,
un libro de cocina que tiene un tanto más de anécdotas, lecturas y tradición
familiar. La experiencia de su autora, Arcelia Ayup, es la base de recetas
variadas, gourmet o regionales, que
han quedado plasmadas en este trabajo editorial; pausada y acumulativa, su
tarea ha recorrido el péndulo que va de la práctica a la teoría y viceversa:
después de años de cocinar para familia y amigos o por pura experimentación,
Arcelia se decidió a sistematizar todo un bagaje con una mano en la gastronomía
y otra en la literatura.
No se
sorprenderán sus amigos al ver que tienen una participación en las páginas de Evocaciones, Arcelia lo declara: sus
recetas provienen de su familia, son platillos regionales o gourmet bien conocidos, en ocasiones se
trata de adquisiciones dadas en la convivencia con amigos de otras latitudes, en
viajes internacionales y al interior del país, o bien invenciones que salen de
coyunturas marcadas por la premura del tiempo y las existencias de la despensa.
No es
posible, ya lo he sugerido, denominarle “recetario”; Evocaciones es producto y memoria de un conjunto de interacciones
que desbordan el ya de por sí complejo arte de cocinar: importa tanto la receta
como de dónde se ha adquirido, el momento y el espacio, las personas, los
aprendizajes y esos autores que inspiran y orientan la labor de quien integra
materia prima, condimentos y la proporción exacta de amor.
Esta compilación
de placeres gastronómicos ¾con prólogos
de Renata Chapa y Saúl Rosales¾, cuenta con
un esbozo de la historia culinaria de su autora y semblanzas de Laura Esquivel,
Sor Juana Inés de la Cruz y Leonardo da Vinci, los maestros que Arcelia evoca
como contribución a una historia del buen comer. También se ofrece en las
páginas preliminares unas “Recomendaciones” en materia de accesorios e
ingredientes básicos y las “Reglas básicas del trabajo en la cocina”; pero eso
es sólo el inicio, el cuerpo del no bien llamado recetario está dividido en tres
grandes apartados.
Primero,
“Las extravagantes”, una serie de platillos que, como su clasificación lo
indica, destacan por su peculiar manera de preparación, los ingredientes
diversos y en combinaciones asombrosas, es el apartado propiamente gourmet de las Evocaciones; entre todas las prometedoras opciones, despuntan el
“Panini de pistache” y el “Omelet de cabuche” si se trata de desayunar;
“Escamoles” o “Flor de palma” como entremeses; de las carnes no hay que dejar
de probar el “Gulash”; de las aves el “Pavo en aceite de cacahuate”; entre las
opciones del mar figura un “Salmón en salsa de alcaparras”. También una
variedad de pays salados y postres.
En el
segundo apartado se encuentran las recetas clásicas. Comienza con los
“Desayunos de tres continentes” (español, libanés y mexicano); los entremeses
tienen como destacada posibilidad para preparar, en un día de prisas, unos
“Hongos mega-rápidos”; las ensaladas pueden ser sencillas o complejas, hay una
“Oriental” de ingredientes variados y fácil preparación o bien la consagrada
“Caprice”; como guarniciones se ofrece un “Arroz angelado” que bien puede tener
parentesco con otros arroces, pero preparado por Arcelia, las notas son de
singular evocación; para los platos fuertes: “Lomo de cerdo a la sal” o un
“Rigatoni de berenjenas al tomate” son notables alternativas en este mundo de
ricas propuestas. No faltaría en este apartado una sección de “Deleites
mexicanos”, ni postres de igual filiación.
El tercero y
último, nombrado “Delicias de los maestros”, es resultado de la adaptación en
la que Arcelia recupera el quehacer de la cocina de grandes personajes,
históricos o ficticios. ¿Qué tal unas “Codornices de
petalos de rosas”, de Laura Esquivel; unos “Chiles anchos rellenos de queso
nuez en pasta hojaldrada”, de Sor Juana Inés o una “Marmelada de col”, de
Leonardo da Vinci? Suenan complicados, pero no lo son, sobre todo si se les
pone el amor que les impregnó Arcelia en este libro.
Una
recomendación para cualquier ocasión, o mejor dicho, un libro que merece inventarse
la ocasión para leerlo y experimentar con sus consejos y recetas.
Metrópolis, marzo 2011
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2011/03/libros-entre-la-cocina-y-las-letras.html
Va la tercera, esperamos que no sea la vencida
En la tercer serie de la colección Siglo XXI. Escritores coahuilenses, de la editora de la Universidad Autónoma de Coahuila, aparece (por fin) el libro de cuentos Fuegos Fatuos, de Alfredo Loera, después de los vericuetos burocráticos que pasó para, ya impreso, poder circular.
Denominaría
los relatos que nos presenta Alfredo, sólo por tratar de asirlos desde
adjetivos y conceptos literarios ya conocidos y descritos, como cuentos de
terror posmoderno.
Un terror que
no lo provoca el suspenso, ni la misma descripción del miedo, ni la deformidad
o mutilación del cuerpo humano, sino el terror de saberse solo, la angustia de
saber que el insoportable y único destino es la desesperanza. Los personajes saben
que nada cambiará en su cotidianidad, que nadie aparecerá para salvarlos, que
se encuentran solos, porque la soledad es también estar rodeados de seres con
los que es imposible comunicarse.
Sobre la
estructura del cuento moderno (donde acciones y acontecimientos tienen lugar
gracias a un vínculo de alta precisión con el desenlace), Alfredo Loera
articula elementos que van más allá de las posibilidades que guarda el
prototipo tradicional del subgénero. Al menos en relación a dos características
que encuentro en Fuegos Fatuos, donde
confluyen algunos recursos usados en el cuento de terror (los más sutiles) y
otros tantos rasgos de lo que se ha llamado narrativa posmoderna.
Algunas
de las características que permean estos relatos y que yo emparentaría con el
cuento de terror son: el misterio, confusión de los planos del sueño y la
vigilia, el tema de la muerte, así como el recurso a indicios no resueltos.
Respecto a la narrativa
posmoderna, coincide con que son textos que dan pie a distintas lecturas, tienen
un narrador no homogéneo, requieren de una lectura un tanto indiferente hacia
lo externo y capaz de asumir información fragmentaria, de convivir con la
inestabilidad y la pérdida de la referencia sobre lugares; requieren
mayoritariamente de un lector activo, que complete significados.
La UAdeC no
había tenido un impulso editorial tan decidido y continuado como el de esta
colección que ha llegado a la tercera serie, lo cual indica también que la
producción de los autores coahuilenses se encuentra en un buen momento. No
obstante, la falta de una estrategia de distribución y circulación igualmente
decidida puede arruinar este buen momento de producción intelectual y
editorial.
Los ejemplares
tardan demasiado en liberarse debido a simples trámites burocráticos que se complican
inexplicablemente; la oferta institucional al público ha resultado, más que
limitada, francamente deficitaria; los libros se distribuyen por la iniciativa
de los autores y no por vínculos comerciales y difusores como parte de una
política de publicaciones integral por parte de la universidad.
Entre los
títulos recientes relacionados de manera directa al quehacer literario, se
pueden destacar, además de Fuegos fatuos,
el ya comentado en esta colaboración Miel
de Maple, de Miguel Báez, parte de la segunda serie, y el poemario de Julio
César Félix Mis ojos el fuego,
títulos disponibles en la librería del Teatro Isauro Martínez.
Metrópolis, febrero 2011
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2011/02/libros-va-la-tercera-esperamos-que-no.html
Festival Lagunero del Libro y la Lectura 2010
Con esta nota nos despedimos del
2010. Durante todo el año tuve la oportunidad de reseñar y recomendar libros,
pero también desde aquí hablamos del trabajo de animación a la lectura desde
distintos espacios: la escuela, las librerías, los centros culturales, los
hogares, etc., así como del triste panorama que nos muestran los índices de
lectura en nuestro país.
Hacer
que todos lean, por redundante que suene, es trabajo de todos, pero no se trata
de leer algo por obligación y desde esa lectura obligada hacer crecer la
estadística y decir: “¡hicimos que ‘x’ cantidad leyera!”. Se trata, más bien,
de dar, leer, compartir experiencias de lectura, demostrar cómo ésta nos ofrece
la posibilidad de reflexionar, cuestionar, entender el mundo, aprehenderlo.
La
buena noticia para cerrar el año es que, luego de varios años sin Feria del
Libro en la Laguna, se organiza el que hemos denominado Primer Festival del
Libro y la Lectura 2010, a celebrarse del 7 al 12 de diciembre en el complejo
cultural de Teatro Isauro Martínez, en la ciudad de Torreón, Coah.
Ante
la ausencia en nuestra región de un evento de promoción de la lectura de amplio
alcance e impacto social, los organizadores nos hemos propuesto crear las
condiciones para que los laguneros cuenten con un programa anual, abierto e
intensivo, que propague los valores de la lectura y la cultura escrita,
incluyendo una expo-venta con la participación directa de algunas de las
editoriales más importantes en el país. Además, se tienen planeadas visitas
guiadas para escuelas, presentaciones de libros, conferencias, talleres,
lecturas en voz alta, Cuentacuentos, entre otras actividades de tonalidad a la
vez profesional, incluyente y festiva.
Corren
tiempos de muchas dificultades en los distintos ámbitos de nuestra sociedad; no
por ello dejaremos de promover alternativas culturales que contribuyan a
ennoblecer las relaciones entre los seres humanos, al menos en la porción de
sociedad en que nos ha tocado coexistir y en la cual podemos formularnos
objetivos que realmente nos acerquen a la consecución de los fines propios de
cualquier proceso civilizatorio.
Letras,
libros, escritura y difusión son, para dicha tarea, nuestros grandes aliados.
Los
invitamos pues, a que busquen la programación de actividades y se sumen a esta
festejo, mismo que crecerá en la medida en que los laguneros asistamos y
participemos. Y aprovecho para agradecer, de antemano, a todos los que,
interesados en el proyecto, aceptaron colaborar de distintas formas y hacer
suyo este festival.
Metrópolis, diciembre 2010
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2010/12/festival-lagunero-del-libro-y-lectura.html
jueves, 5 de abril de 2012
El verbo leer no soporta imperativos o los derechos del lector
Y aquí voy otra vez. ¿Qué libro recomendar? Por
asociación, pienso en todos los que no leen o leen por obligación. Recuerdo
entonces un libro que habla del suplicio que significa tener que leer cuando no
quieres hacerlo.
El libro al que me refiero es Como un novela, del escritor francés Daniel Pennac. En ella narra,
como si fuera una novela, distintas experiencias de lectura desde la infancia,
y en algunos apartados aprovecha para hacer algunas recomendaciones en la
formación de lectores. Lo que aquí me gustaría comentar es su decálogo del
lector. Pennac presenta los diez derechos de todo lector que se precie de
serlo, con los que busca, entre otras cosas, alejar a la lectura de algunos
prejuicios comunes, así como de la solemnidad con la que algunos tratan el
tema, como el creer que sólo leen los que estudian mucho, los que no tienen
gran vida social, los que tienen mucho tiempo libre o, como dirían muchos jóvenes,
que es una actividad “como aburrida, ¿no?”
Aquí les van los derechos del lector, o bien, lo que
todo el que inicia en la lectura debe saber acerca de lo que hacen los
lectores.
1. El derecho a no leer
Negarse a leer si se quiere. La lectura tendría que
ser una necesidad, no algo que te hará ver bien ni te hará respetable. El que
es lector no lee todo el tiempo, ni con continuidad, sino que suele tener
periodos en que no puede o simplemente no quiere leer. Suele creerse que la
lectura “humaniza al hombre”, y eso sucede en la mayoría de los casos, aunque
debemos aceptar que hay deprimentes excepciones. Pensar que la lectura es un
deber es otorgarle casi una obligación moral y no es así; también se lee por
diversión, por entretenimiento, por evasión y por más.
2. El derecho a saltarse
páginas
Como ya decíamos, leer no es un deber, ni mucho
menos un sacrificio en el que se tengan que leer todas y cada una de las
páginas. Sería más sencillo habituarse a leer si esta actividad se asociara con
el placer, con algo motivado por el deseo. Y la verdad es que, de saltarse
páginas a leer versiones resumidas o, peor aún, leer el resumen de alguien más
en Internet, es preferible saltarse páginas, pero tener una lectura y opinión
propia.
3. El derecho a no terminar un
libro
Hay mil y un razones para no terminar un libro y,
dejando a un lado lo circunstancial de la vida, puede ser porque no me gustó,
porque no le entendí, porque tiene un lenguaje rebuscado con el que no estoy
familiarizado, porque es pésimo, porque….En resumen, hay que buscar lecturas
que motiven nuestros propios gustos. Y no debemos sentirnos mal si no
comprendemos a un autor, éste puede esperarnos el tiempo que sea necesario.
4. El derecho a releer
Releer, por ejemplo, el libro que no entendí hace
años, releer sin saltarme páginas, releer por comprobación (luego entendemos lo
que queremos o hasta cambiamos las historias), releer por el placer de la
repetición, releer con otra mirada, desde otro ángulo.
5. Derecho a leer cualquier
cosa
Sabemos que en gustos se rompen géneros, pero no
todo se lo podemos adjudicar al gusto, es decir, se dice que hay buenas y malas
lecturas desde distintos puntos de vista. Y se recomienda a los autores que
tienen un compromiso con su escritura y no con su billetera, quienes buscan un
estilo estético y no quien sigue una fórmula best seller, como hacen en las telenovelas, que tienen un éxito
asegurado. No obstante, cuando alguien comienza a leer de cero y se emociona
más con lecturas “comerciales” más vale no molestarlo, pues si sigue leyendo ya
elegirá, poco a poco, qué más le resulta interesante.
6. Derecho al bovarismo
(enfermedad de transmisión textual)
Para entender de lleno el término bovarismo habría
que remontarse a la novela Madame Bovary,
de Gustav Flaubert. En palabras de Pennac, es “la satisfacción inmediata y
exclusiva de nuestras sensaciones: la imaginación brota, los nervios se agitan,
el corazón se acelera, la adrenalina sube, se producen identificaciones por
doquier, y el cerebro confunde lo cotidiano con lo novelesco”. Esto es, lo que nos provocan las
historias rosas, de vampiros, de terror, policíacas o cualquier otro género que
nos impacta y nos llega a obsesionar. Es válido, es un derecho.
7. El derecho a leer en
cualquier lugar
Ya que debe ser un placer, cada quien puede hacerlo
donde mejor le venga en gana. Recuerdo que mi madre me regañaba por leer de
noche con una pequeña linterna debajo de las sábanas; decía que era hora de
dormir y además que me echaría a perder la vista. Ella tenía razón, pero yo
también, pues me resultaba mucho más emocionante leer a escondidas, sabiendo
que todos estaban dormidos y que lo tenía prohibido. Ulises Lima, personaje de
Bolaño en Los detectives salvajes leía
bajo la ducha; por un tiempo nadie sabía por qué sus libros siempre estaban
húmedos e hinchados en una ciudad en que no llovía, hasta que otro personaje lo
descubre en el baño tallándose con un mano y sosteniendo un libro de poesía con
la otra. Es un derecho, cada quien sus manías.
8. Derecho a hojear
Como el
derecho a saltarse páginas, el derecho a hojear implica hacer una lectura
caprichosa, como picar un poco de una gran comida, o robar un poco de betún del
pastel cuando nadie está mirando. Es disfrutar de una probadita.
9. Derecho a leer en voz alta
Como cuando me escondía bajo las sábanas para leer
de noche con la satisfacción de que rompía las reglas, también solía sentar a
mis muñecas y monos de peluche en mi habitación y leerles en voz alta mis
pasajes preferidos, juego que se terminaba si alguien llegaba a casa, pues el
placer se producía únicamente si me encontraba sola. En la escuela nos
obligaban a leer en silencio, comprender en silencio. Leer en voz alta también
puede ser un acto transgresor. El poeta Vicente Huidobro se enlistó, sin que lo
requirieran (pues era chileno) en el lado republicano de la guerra civil
española, y cuentan que le gustaba subirse a los tanques de guerra y desde
encima de éstos leer poesía en voz alta, qué digo en voz alta, gritando, como
acto de protesta. Tal vez en nuestras bibliotecas no estén de acuerdo con este
derecho, pero como acción de compartir con los demás una lectura que nos ha
fascinado es totalmente lícito.
10. Derecho a callarnos
Pennac lo dice mejor que yo:
“El hombre construye casas
porque está vivo, pero escribe libros porque se sabe mortal. Vive en grupo
porque es gregario, pero lee porque se sabe solo. Esta lectura es para él una
compañía que no ocupa el lugar de ninguna otra pero que ninguna otra compañía
podría sustituir. No le ofrece ninguna explicación definitiva sobre su destino
pero teje una apretada red de connivencias que expresan la paradójica dicha de
vivir a la vez que iluminan la absurdidad trágica de la vida. De manera que
nuestras razones para leer son tan extrañas como nuestras razones para vivir. Y
nadie tiene poderes para pedirnos cuentas sobre esa intimidad.”
En resumidas cuentas, leamos cuando y de la manera
que queramos, leer también es un acto de libertad.
Metrópolis, octubre 2010
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2010/10/libros-para-leer-en-libertad.html
Los pasos omisos de la Independencia
En este año de festejo del
Bicentenario de la Independencia de México hago un intento por releer algo de
Historia. Mis intenciones hasta ahora han sido vanas porque, para empezar, leo
por la noche, cuando ya estoy muy cansada y ningún café cargado logra que
mantenga la concentración adecuada para fijar en mi mente tantos datos, tantos
nombres y tantas fechas.
Hago entonces otro intento (casi
igual de vano) por recordar lo que aprendí en la primaria acerca de la
Independencia. Con un poco de lamento rememoro que me explicaron y contaron muy
poco, y más bien hice resúmenes o memoricé de un día para otro datos que fueron
vaciados en exámenes, los mismos que seguramente mi memoria a corto plazo desechó
después de aprobar la materia.
A mi mente vienen las imágenes de
las estampillas compradas en la papelería, de las cuales me pedían copiar el
texto del reverso. En ellas aparecían, por ejemplo, un Hidalgo con un
estandarte de la virgen de Guadalupe bien en alto, con expresión enérgica,
dando el famoso grito de Dolores; un Morelos con pañoleta roja en la cabeza, de
expresión también enérgica o una Josefa Ortíz de Domínguez, peinada con un
chongo y vestida de colores oscuros.
Luego me acordé que si bien la
mayoría de mis profesores siguieron la exigencia del “macheteo”, hubo uno en
secundaria que se le ocurrió hacer un viaje de estudios en el que visitaríamos
distintos lugares por donde pasaron los insurgentes. Fuimos con el maestro de
pueblo en pueblo por todo Guanajuato, y además de probar nieves de aguacate y
de tequila en Dolores, comprar zapatos en León, cajeta en Celaya y visitar a
las momias y el callejón del beso en la capital del estado, también nos fue
narrando la historia de Independencia mientras nos trasladábamos por carretera
de un punto a otro.
A decir verdad, lo que recuerdo
con más claridad, tal vez por los tintes inverosímiles del relato, fue la parte
donde “el Pípila” usa una losa ancha como protector antibalas para llegar casi
a gatas a quemar la puerta de la Alhóndiga de Granaditas. Pero el dato más
impactante que me quedó grabado, tal vez por lo sádico, fue que en ese mismo
sitio, unos meses después, estuvieron expuestas en jaulas de hierro las cabezas
de Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez, con una inscripción que decía “insignes
fascinerosos y primeros cabecillas de la revolución”. Del resto de los
acontecimientos, si he de ser sincera (tenía 14 años), no almacené nada que
pueda mencionar.
Me quedo pensando en lo que el
común de los mexicanos aprendemos realmente sobre la historia de nuestro país.
Pregunto a mi sobrino de 8 años si sabe quién fue Hidalgo. Me responde que por
supuesto que sabe, que es uno de los héroes que lucharon por la patria, que era
cura y que estaba pelón, pero que a los lados tenía cabellos largos y blancos.
Su respuesta me indica que en materia educativa no ha habido muchos cambios en
20 años.
Sin embargo, entre mis recuerdos
no todo está perdido. Si de alguien aprendí (o mejor dicho desaprendí) del
periodo de Independencia fue de Jorge Ibargüengoitia. Tiene un humor negro y
satiriza de tal modo los hechos históricos que es imposible aburrirse. Y no es
que crea que lo que escribe este autor sea la verdad y nada más que la verdad,
pues se trata de literatura, pero de literatura documentada, que precisamente
juega a desacralizar la historia oficial, de quitarle el halo heroico que nos
mostraron los libros de texto.
Ibargüengoitia presenta en su novela
Los pasos de López la vida de Miguel
Hidalgo, aunque como buena sátira no lo llama así, sino padre Periñón. Y es que
la literatura, como espacio ficcional, es idónea para la crítica. En esta obra
podemos seguir los pasos de un “Hidalgo” más humano y menos héroe, más
empresario y político que cura; mujeriego, astuto, inclinado a la bohemia y al
arte; un hombre que se vio envuelto en una serie de circunstancias que en buena
medida lo empujaron a terminar siendo, para bien o para mal, “el padre de la
patria”. Podemos leer textos históricos serios (o lo que se entienda por serios),
pero luego de leer la ficción de Ibargüengoitia no se puede volver a leer la
Historia de México sin dudar de ella.
Metrópolis, septiembre 2010
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2010/09/libros-los-pasos-omisos-de-la.html
18 para los 18
A los jóvenes no les interesa
leer. A muchos adultos tampoco, claro está ¿Por qué? Las razones son muchas,
pero en general podemos decir que la lectura no es algo que se fomente en casa
ni en la escuela.
Aquí saltarán unos cuantos
maestros: pero si les pedimos de todas las formas posibles que lean lo que
viene en el programa ¿cómo dicen que no fomentamos la lectura? Lo que sucede es
que la palabra “fomento” no tiene que ver con otros términos como “exigencia”,
ni mucho menos con “obligación escolar”.
Cuando pienso en la palabra
“fomentar” surge una cadena de asociaciones en donde lo que más se acerca es
“contagiar el gusto por”. Por obvias razones, nadie puede contagiar algo que no
tiene. ¿Cómo transmitirle a otro que una historia es fascinante? De ahí que no
importe si un maestro estudia bien su lección y les dice a los alumnos de qué
trata, qué es importante resaltar y todo lo que haya visto en su guía de clase.
Las más de las veces resulta aburridísimo escuchar a alguien que no transmite
una emoción, pero las más de las veces, también, para el profesor es una
obligación más.
Recursos para lograr este
contagio son tantos como los que la imaginación de cada uno alcance, es decir,
no hay una serie de pasos a seguir que aseguren el éxito. No obstante, sí hay
ciertas circunstancias que pueden ser tomadas en cuenta. Una de ellas es estar
consciente de que las generaciones van cambiando y a los jóvenes de ahora tal
vez no les interese lo mismo que a uno cuando tuvo esa edad, mucho menos si se
trata de formarles un hábito que no tienen.
Michèle Petit, en su libro Nuevos acercamientos a los jóvenes y la
lectura (FCE, 1999) nos comparte su experiencia con jóvenes de barrios
marginales en Francia, para los cuales la lectura significó un cambio profundo
en sus vidas. Petit intenta comprender cómo es que un sujeto encuentra, en la
frecuentación de la palabra escrita, la posibilidad de construir el sentido de
su vida y participar en el mundo.
Por su parte, Charles Sarland en La lectura en los jóvenes: cultura y
respuesta (FCE, 2003), abre un
entretenido debate acerca del fracaso en la formación de lectores en los
programas académicos y propone elegir obras consideradas como literatura “chatarra”
o “menor”, para primero atraer la atención de los jóvenes y, a partir de ahí,
trabajarlas reflexivamente para obtener tan buenos resultados como se lograría
con otras obras.
Otra propuesta es la colección 18
para los 18, que recién publicó Fondo de Cultura Económica. Son 18 novelas
breves en un conjunto de 6 libros, que se pueden conseguir por separado o en paquete,
precisamente para jóvenes de 18 en adelante. Una selección bastante atinada que
reúne una diversidad de temas y varios de los mejores autores mexicanos. La
muestra va desde lo más emblemático de nuestra literatura (pasando por lo
irreverente), hasta lo poco difundido.
Obras incluidas en 18 para los 18
Elsinore, un cuaderno, de
Salvador Elizondo
Querido Diego, te abraza Quiela,
de Elena Poniatowska
Anónimo, de Ignacio Solares
Soledad, de Rubén Salazar Mallén
El solitario atlántico, de Jorge
López Páez
Los relámpagos de agosto, de
Jorge Ibargüengoitia
William Pescador, de Christopher
Domínguez Michael
Educar a los topos, de Guillermo
Fadanelli
Las hojas muertes, de Bárbara
Jacobs
Aura, de Carlos Fuentes
El libro salvaje, de Juan Villoro
Ninguna eternidad como la mía, de
Ángeles Mastretta
Las batallas en el desierto, de
José Emilio Pacheco
La gaviota, de Juan García Ponce
El complot mongol, de Rafael
Bernal
La tumba, de José Agustín
La muerte del instalador, de
Álvaro Enrigue
El apando, de José Revueltas
Metrópolis, agosto 2010
http://revistametropolis1.blogspot.mx/2010/08/libros-llega-la-coleccion-18-para-los.html
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